Capítulo 4:

El elegante museo era tal cual Juliette lo recordaba de sus memorias infantiles, aquel lugar lo había visitado varias veces cuando aún era una niña, pues siempre había sido una amante del arte. Su padre la llevaba a mirar las magníficas obras en exposición, y era como un sueño hecho realidad el saber que sus obras estaban siendo exhibidas en el mismo sitio donde se guardaban varios de sus más felices recuerdos.

Esa mañana seria la inauguración de su galería de arte, y esperaba reunirse con su benefactor. Admirando el esplendor, Juliette entraba a la enorme sala donde ya estaban exhibidas sus obras, sin embargo, aún no había rastro alguno de Fernand Beaumont, y solo se apreciaba a un espectador admirando su arte.

Acercándose hasta el hombre que admiraba su obra “El lobo de las praderas”, pudo ver que este parecía encontrarse demasiado fascinado mirando su pintura.

— Es una obra simplemente exquisita, nunca podría dejar de admirarla, es una lástima que Beaumont se me haya adelantado en adquirirla, su artista es una mujer muy talentosa, sus manos realmente crean arte, logró captar a la perfección el sentimiento del lobo alfa, líder de su manada perdida, puedo ver en los ojos de la magnífica bestia el gran peso y dolor que carga a cuestas, ¿No lo cree así señorita Lambert? — dijo aquel hombre al que Juliette reconoció como Edmond Rohan, sin dejar de admirar aquella obra de arte.

Aquel hombre parecía muy solitario, como si, de alguna extraña manera, entendiera lo que ella intentó expresar en su obra, la soledad de un lobo sin manada. 

— ¿Lo cree así? — preguntó Juliette mirando a aquel hombre, pero manteniendo la distancia debido a las extrañas circunstancias en las que se habían conocido en el aeropuerto.

Juliette no esperaba encontrar a ese hombre que la había sostenido en sus brazos justamente en el museo y admirando su arte. Aquello era algo surreal, sin embargo, guardó la compostura en aquel lugar tan sagrado para ella.

— Por supuesto, usted ha plasmado el sentir del lobo como nunca nadie lo había hecho, la admiro por ello, Juliette Lambert. — respondió aquel apuesto hombre con una sonrisa.

Juliette, sin poder evitarlo, admiró la hermosa sonrisa de aquel hombre solitario, su cabello era castaño, como el color de los cedros, sus ojos eran casi del mismo color de las esmeraldas, pero lucían un brillo extraño, salvaje, como si un poderoso fuego brillara dentro de ellos, su piel era morena, besada por el sol, de un color hermoso que lo hacía lucir demasiado apuesto, su rostro a medio afeitar, era serio, marcado con rasgos masculinos pero sin duda, muy hermoso, su porte era elegante, un poco menos alto que el señor Beaumont y, quizás, unos cinco años menor a su benefactor, un hombre verdaderamente apuesto y distinguido.

— Le agradezco mucho su aprecio por mi obra — respondió Juliette demasiado tímida ante aquel extraño.

Edmond observó detenidamente a la hermosa joven; ella era la misma que había chocado contra el en el aeropuerto, y cuyo aroma lo había dejado embelesado…resultaba casi irónico que la misma joven hubiese resultado ser la pintora que admiraba desde hacía muchos años, Juliette Lambert debía de ser solo suya, y realmente odiaba la idea de saberla cerca de Fernand Beaumont, su acérrimo enemigo.

Los cabellos castaños de Juliette que caían en perfectos ondulados, la hacían ver realmente bella, casi angelical. Su piel blanca y tersa, su precioso rostro de facciones delicadas y femeninas, parecido al de las muñecas, lo fascinaban. Sus hermosos ojos eran como un par de brillantes gemas grises, que decían mucho de ella, una mujer muy joven y tímida, pero con un fuego interior tan poderoso que podría quemarlo todo a su paso…completamente oculto de todos, incluso de ella misma.

— Mi nombre es Edmond Rohan, Ceo y dueño de Rohan´s Company, es un verdadero placer poder conocerla al fin señorita Lambert, he admirado su arte desde hace muchos años cuando vi por primera vez su obra “El lobo de las praderas” en una exposición en New York, sin embargo no logre adquirirla en ese entonces y justo ahora me vuelve a ocurrir lo mismo, permítame decirle que soy fiel a usted y su trabajo, espero que en mi pueda encontrar a un amigo ahora que ha llegado a vivir a mi hermoso París, quería disculparme con usted por mi extraño comportamiento en el aeropuerto. — dijo el apuesto hombre tomando entre sus manos las delicadas manos mucho más pequeñas de la joven.

Juliette se sonrojó de inmediato ante aquella sorpresiva disculpa, y el ofrecimiento de sincera amistad, conocía bien, como el resto del mundo, el nombre Rohan´s, aquella era una muy reconocida compañía de belleza internacional que abarcaba desde el modelaje, maquillaje, perfumería y ropa de lujo para millonarios, una persona de su clase social, ni soñando, podría adquirir algún artículo de dicha compañía sin tener que sacrificar muchas semanas de cena.

— Oh vaya, es un gusto conocerlo, por supuesto, me halaga mucho que me ofrezca su amistad, pero no soy muy buena socializando, y debo decir que nos conocimos de una manera extraña. — dijo Juliette con timidez y sintiéndose un poco intimidada por el apuesto hombre.

— No se preocupe mi bella doncella, no tiene que ser una experta para socializar conmigo, me considero a mí mismo un paria, yo tampoco disfruto demasiado de demasiadas personas, me gusta únicamente permanecer cerca de aquellos que realmente lo valen, y usted, sin duda, vale todo lo que un hombre de mi posición pueda ofrecer para que se sienta cómoda. — dijo Edmond besando la delicada mano de la nerviosa artista.

Juliette no sabía que decir, aquel sumamente apuesto hombre parecía en verdad querer una amistad con ella, sintiendo sus mejillas arder y sin poder articular palabra alguna con rapidez, la joven asintió tímidamente, y mirando al señor Rohan a los ojos, habló.

—Está bien, le agradezco, tan solo le pido que no vuelva a sostenerme en sus brazos ni vuelva a decirme cosas extrañas, o esta amistad terminará en el acto. — respondió Juliette manteniéndose firme ante el mismo hombre que la había olisqueado y que le había dicho que le pertenecía a él.

— Me honra mucho que acepte mi amistad, espero volver a verla muy pronto, por ahora, debo marchar a mis deberes diarios, pero no quise encerrarme en una pila de trabajo, sin antes admirar una vez más su hermosa obra, fue un placer conocerla mi bella doncella, espero poder invitarle un café muy pronto. — dijo Edmond extendiendo una tarjeta que parecía tener un numero personal grabado en ella.

— Espere, aquí tiene mi tarjeta, el placer fue mío, me alegra saber lo mucho que aprecia mi obra, fue un gusto conocerle. — dijo Juliette entregando su tarjeta de artista con su número a aquel apuesto hombre, sin saber que Edmond ya tenía una, la que tiró accidentalmente en el aeropuerto, y que estaba manchada con su sangre.

— La guardaré como un tesoro. — respondió el apuesto Edmond acercando a su corazón aquella tarjeta y logrando que Juliette se sonrojara de nuevo.

Despidiéndose, Edmond Rohan se marchó del sitio, dejando tras de sí a una muy avergonzada pintora.

La galería de su arte era simplemente sublime, podía notarse el gran esmero que se había hecho para mostrar cada una de sus obras, recorriendo completamente maravillada aquel espacio solo para ella, Juliette se sentía conmovida ante aquello, sin notar que la mirada celeste de Fernand Beaumont, la escudriñaba sin recato alguno y con un deje de molestia plasmado en sus ojos.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP