La mañana se había deshecho en el torbellino metódico de la tarde. Olivia estaba inmersa en los planos de iluminación para el lobby del hotel, donde cada lámpara artesanal era una declaración de intenciones, una puntada más en el tapiz de su visión, cuando un leve golpe en la puerta interrumpió su concentración.
Clara asomó la cabeza, una arruga de curiosidad surcando su frente usualmente serena. "Olivia, ha llegado un paquete para ti. Un mensajero privado. Parece... especial."
Especial. La palabra resonó en el aire climatizado de la oficina. No era el embalaje marrón de un proveedor ni el sobre corporativo de un socio. Era algo distinto. Un mensajero con uniforme gris perla y guantes blancos depositó con ceremonia una caja alargada, de cartón beige y tacto aterciopelado, sobre la pulcra superficie de su escritorio. Una leve inclinación de cabeza y se desvaneció tan en silencio como había aparecido.
Olivia se quedó sola con el objeto.
Durante un largo minuto, solo miró la caja. No ten