—¿Qué demonios? —soltó Lionetta al ver a Angelo aparecer caminando con ayuda de unas muletas y se puso de pie de inmediato para acercarse a él—. ¿Acaso estás loco? ¿Dónde diablos está tu silla de ruedas?
—La dejé en el coche.
—¿Y por qué demonios harías algo como eso después de lo que hiciste ayer? No puedo creer que seas tan negligente. ¿Y por qué estás sonriendo como tonto? —Lionetta entrecerró los ojos.
Angelo se puso serio de inmediato, aunque se sintió muy tentado a sonreír otra vez cuando Lionetta se colocó junto a él y llevó una mano a su espalda baja como si estuviera lista para sostenerlo en caso de que tropezara. Aunque no le gustaba tener que depender de nadie, con su esposa era distinto. Adoraba cada gramo de atención que ella le daba.
La observó con detenimiento, recorriendo cada detalle de su rostro como si hubiera pasado una eternidad desde la última vez que la vio y necesitara recordarse lo perfecta que era, aunque en realidad no lo había olvidado.
Ya no sentía el pánic