541. El salto de Ruiz.
Narra Dulce.
No sé en qué instante exacto ocurre, porque hasta ese segundo mi padre sigue siendo una estatua de carne, anclado a su sillón como si estuviera clavado a él por fuerzas invisibles, con sus ojos hundidos en un mar que solo él parece ver, como si yo no existiera o como si mi existencia fuese apenas un eco que llega tarde, pero de repente todo se rompe, todo se tuerce y Ruiz se levanta, no poco a poco, no con el temblor de un hombre que carga años y culpas, sino de golpe, con una violencia inesperada que rompe el aire como un rayo, y antes de que pueda siquiera respirar lo veo lanzarse sobre Tomás con la furia contenida de décadas, con los brazos como armas que por fin recuerdan lo que es pelear por lo que aman.
El cuerpo de Tomás, ese cuerpo que tantas veces me sofocó y me dominó, cae hacia atrás con un ruido sordo, y yo siento que el mundo tiembla con él, que la habitación entera se sacude, y entonces comienza ese forcejeo que parece sacado de una pesadilla, porque no son