542. El sacrificio de un padre.
Narra Dulce.
No sé cómo puede ocurrir, pero ocurre: mi padre, ese hombre que parecía encadenado a la ventana, roto, resignado, de pronto está encima de Tomás con una fuerza que no le conocía, como si la desesperación hubiese abierto una grieta en su cuerpo cansado y de esa grieta brotara una energía feroz, animal, primitiva, que lo arrastra a someter a ese demonio que tantas veces me arrancó el aire de los pulmones. El suelo retumba bajo sus cuerpos que forcejean, los gemidos ahogados de Tomás se mezclan con el crujido de la madera, con el silbido de mi respiración entrecortada, y entonces lo veo, lo imposible: Ruiz lo domina, le arranca la navaja de la mano y la tira lejos, la hoja da un destello antes de chocar contra la pared y quedar fuera de alcance, y mi padre lo aplasta contra el suelo con el peso de toda su furia acumulada, de toda su rabia reprimida durante años.
Yo apenas puedo creerlo, mis rodillas tiemblan, mis manos buscan un apoyo en la nada, y en medio de mi confusión e