540. La obra de arte de Tomás.
Narra Dulce.
Apenas el aire se acomoda en mis pulmones después de pronunciar la amenaza que juré cumplir contra él, apenas la piel de mi padre todavía guarda el calor del abrazo que me devolvió por un segundo al pasado, cuando Tomás irrumpe como una tormenta que no da respiro, como si esperara precisamente este instante de fragilidad para marcarlo con su teatralidad cruel, y entonces me toma con esa brutalidad suya que no pide permiso, que no conoce límites, que me arrastra hacia su mundo de sombras donde el dolor se mezcla con el deseo hasta confundirse.
Su boca cae sobre la mía con una violencia que me parte en dos, y aunque mis dientes intentan cerrarse, aunque mi cuerpo lucha en silencio, él se impone como siempre lo hace, con ese dominio que no necesita palabras, con esa certeza de que soy suya aunque yo lo niegue en mi mente una y otra vez. Siento sus labios aplastando los míos, el sabor metálico de mi propia sangre cuando me muerde sin compasión, y todo dentro de mí se retuerce