521. El viaje de los que huyen.
Narra Tomás Villa.
La decisión no nace de la prisa, ni de la histeria, ni de la sombra del miedo que un hombre común dejaría treparle por la espalda hasta quebrarle la columna de la voluntad; no, la decisión surge como un pensamiento sereno, casi inevitable, como una de esas corazonadas que no pueden discutirse porque se sienten tan hondas, tan verdaderas, que oponerse sería como intentar negar el pulso mismo de la sangre. El reloj ausente no es solo un objeto perdido, es una marca plantada, una advertencia, un dedo invisible señalándome desde algún rincón que todavía no he iluminado, y aunque sé que me gustaría quedarme aquí, en esta casa que huele a mi poder, a mis noches, a mis secretos, comprendo que hay movimientos que no deben hacerse de frente, sino en diagonal, como el juego de un alfil en el tablero que nadie entiende hasta que ya es demasiado tarde para detenerlo.
Camino por la galería principal, los ventanales todavía abiertos dejan pasar el último resplandor anaranjado de