298. Los nombres no mienten.
Narra Gomes.
La mayoría de las veces, las pistas no gritan. Susurran. Te hacen perder tiempo, paciencia, cordura, pero esta vez… no fue un susurro. Fue un apellido. Uno que no debería estar donde lo encontré.
—¿Quién firmó el retiro del cuerpo de Ojeda? —le pregunto a Lara, la médica forense, sin saludar, sin café, sin rodeos.
Ella frunce el ceño, me muestra el documento. Lo paso, lo escaneo, lo muerdo con la mirada.
Y ahí está el individuo. El peligro que debo detener.
Tomás Villa.
—¿El editor? —pregunto en voz alta, como si el universo me debiera una explicación.
—Sí… ¿no es el mismo que publicó el libro de la Dama?
Asiento. Pero no respondo.
La mente se me acelera. Una ficha cae. Otra tiembla.
Villa retiró el cuerpo de Ojeda.
Villa firmó.
Villa estuvo ahí.
¿Y por qué? ¿Con qué justificación?
Es lo que averiguaré muy pronto.
Horas después, me encierro en el archivo.
La carpeta digital con los nombres de los asesinados desde que el libro se publicó tiene un detalle que no había nota