226. La princesa y el monstruo.
Brisa narra
Dicen que el tiempo lo cura todo… pero yo no me curé de nada. Me acostumbré nomás. Me acostumbré a no ser la favorita, a ver cómo él se iba con esa zorra de sonrisa rota y mentiras dulces, me acostumbré al frío de no tener su mirada. Pero ahora… ahora es diferente.
Estoy en Europa. Europa, boluda. Con ventanales gigantes, cafés con nombres raros, y la nena —Dulce— que me dice "Bri" y me estira los bracitos cada vez que llego con su merienda. A veces pienso que soy la hermana mayor que nunca tuve, o la mamá que ella no tiene. A veces pienso que soy un poco todo, incluso cuando Ruiz dice que no le gustan las confusiones.
Ruiz… Está más distinto que nunca. Más serio, más silencioso. No como antes, que se reía de sus propios chistes de mafioso. Ahora se sienta en esos sillones blancos de cuero con un vaso de whisky caro y mira la bolsa de valores como si le importara. Invirtió en no sé cuántas empresas de tecnología, de seguridad cibernética, de energía renovable, qué sé yo. D