227. Nací para el puterío (pero soñaba con él).
Narra Brisa.
Desde que volví con Ruiz todo parece de película. Alta mansión en la Toscana, jardines que huelen a vino y lavanda, ropa de marca que ni sé pronunciar, y Dulce llamándome “hermana” con esa vocecita de azúcar. Yo no tengo hermanas, pero si hubiera tenido una, querría que fuera como ella: fuerte, terca, con los mismos ojos oscuros de la madre, pero con el carácter de su padre. Un bicho bravo.
Ruiz es otro. O al menos juega a ser otro. Ahora es "empresario", con trajes a medida y reuniones con gente que se ríe bajito y firma contratos con lapiceras doradas. Pero no se engañen, eh, que debajo de ese Armani sigue latiendo la bestia. Yo lo vi. A veces lo huelo cuando pasa cerca. Ese olor a pólvora seca que no se va con perfume francés.
Y yo… bueno, yo juego mi papel. La chica fiel, la que le cuida la nena, la que no pregunta ni se mete. Me hice mi lugar. Nadie me saca. Nadie.
Salvo Luisito.
Ese sorete fue más rápido de lo que creí. Ató cabos. Se dio cuenta de que yo fui la que