147. Movimiento preventivo.
El vendaje aprieta, y la morfina hace lo suyo, pero Paulo Gomes no es de los que se permiten flaquear. Ni con una bala rozándole el costado, ni con la certeza de que hay un precio sobre su cabeza. Lo tienen acostado en una camilla improvisada, en la trastienda de un depósito reconvertido en base de operaciones. Lo atendió un médico de confianza, sin papeleo, sin preguntas.
—Fue un aviso —dice, mientras mastica el dolor—. La próxima no fallan.
A su lado, un oficial de uniforme liso espera instrucciones. Gomes lo mira con los ojos encendidos de estrategia.
—Hay que moverla.—¿A la testigo?
—A Lorena, sí. Ruiz la va a buscar. No tengo pruebas aún, pero me huele a él. Cada bala suya tiene perfume de colonia cara y pólvora sudamericana.
El policía asiente y da un paso atrás. Gomes vuelve la cabeza, dolorido pero firme.
—Llama a Torrez. Quiero que él lo haga. Nadie más.
El sargento Rodolfo Torrez es el tipo de persona que hace reír a un velorio. Exboxeador amateur, algo gordo, pelo rapado y