Inicio / Mafia / Al ritmo del peligro: La dama y el jefe. / 108. La jaula dorada no es menos prisión. 
108. La jaula dorada no es menos prisión. 

Narra Lorena.

No me importa que griten, ni que me empujen, ni que una de las devotas vestidas de blanco —que parecen salidas de un monasterio demente o de una secta de vírgenes recicladas— me encierre los brazos con una fuerza que no se corresponde con su figura enjuta.

No me importa nada. Porque necesito verla.

A Danny.

—¡Solo quiero verla, carajo! —grito, mientras pataleo, me retuerzo, muerdo si hace falta.

No me importa cómo me vea, ni si la bata de seda que me pusieron queda torcida o si el perfume en mi cuello se mezcla con el sudor del desespero. Me importa una sola cosa: Danny.

Pero no. Las hijas del convento no ceden. No parpadean. No sienten.

Una me clava los ojos como si estuviera viendo a una posesa. Y puede que lo sea. Estoy poseída por la imagen de mi hija encerrada, manipulada, hablándole a un hombre que la usó como carnada para llegar a mí.

—No tenés permiso para salir de esta ala —dice una, sin emoción.

—Quiero ver a Danny. No es un pedido. Es una advertencia —suel
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