Semillas de duda.
En el gran salón de la mansión Delcourt reinaba un silencio expectante.
Las luces, estratégicamente atenuadas, creaban un ambiente que simulaba calidez y armonía, aunque en realidad era una ilusión cuidadosamente construida para generar confianza.
Luciano se encontraba sentado en su sillón de cuero oscuro, su postura impecable y dominadora, semejante a la de un rey en su trono.
Su semblante proyectaba tranquilidad y afecto, pero bajo esa máscara perfecta su interior era un hervidero de ansiedad y pensamientos oscuros, una tormenta contenida que amenazaba con desatarse.
Frente a él, sobre la mesa de cristal, se desplegaba un arsenal emocional.
Cajas de juguetes, bolsas de dulces y una montaña de envoltorios brillantes que parecían prometer alegría. incluso un par de bicicletas nuevas.
Sin embargo, cada uno de esos obsequios había sido elegido con precisión, no para ofrecer felicidad genuina, sino para comprar lealtad y corromper la inocencia de dos pequeños que solo deseaban ser amados