Tengo un asunto pendiente.
Afuera, el silencio ya no era el mismo.
Había dejado de ser tranquilo, como si algo en el ambiente se hubiese detenido de golpe.
Julián no necesitó ver nada, lo sintió en la piel y en el estómago como un aviso que se encendía sin pedir permiso. Conocía esa sensación, ese impulso que el cuerpo envía antes de que la mente logre entender.
Y lo supo sin que nadie tuviera que decírselo, algo se acercaba.
—Están aquí —dijo con voz baja pero firme, sin apartar la vista de Bastien, que ya analizaba las cámaras de seguridad con la mandíbula apretada.
—Cuatro hombres. Rostros cubiertos. Armados. Entraron por el sendero norte, forzaron la verja auxiliar —respondió Bastien, con ese tono seco y preciso que solo tiene quien ha visto demasiadas veces el peligro.
Julián asintió una sola vez y no pudo evitar que una media sonrisa se dibujara en su rostro.
Bastien conocía bien esa expresión, era la manera en que Julián se burlaba de