El linaje de Ignacio ha terminado.
Bastien tomó las fotos con concentración, enfocado en el encuadre, la luz y los detalles, como si estuviera en una sesión profesional, no en medio de una falsa masacre.
Sin embargo, no pudo evitar una carcajada entre toma y toma, más por lo absurdo de la situación que por verdadero humor.
—Nunca creí que terminaría haciendo de fotógrafo una masacre. Esto sí que será material de anécdota. De armas a cámara —Su tono pretendía ser ligero, pero en el fondo había respeto; sabía que se jugaban demasiado.
Catalina lo fulminó con la mirada, afilando los ojos con esa expresión que reservaba para cuando alguien cruzaba una línea que no debía. Era una mezcla de fastidio y complicidad, porque en el fondo sabía que Bastien lo hacía para aliviar la presión del momento.
Aun así, no pudo evitar que el gesto arrancara una leve sonrisa a Julián, quien observaba la escena con ese brillo en los ojos que solo aparecía cuando ella recuperaba el control.
—Solo hazlo bien, Bastien —replicó ella, con un tono