Caíste en la trampa.
El edificio de Grupo Moreau parecía en calma.
El hombre que se acercaba a la entrada principal caminaba con paso firme, aunque la tensión se le notaba en los hombros, disfrazada tras unas gafas oscuras y un pasaporte diplomático falso.
Llevaba barba, un abrigo largo y documentos sellados por una empresa offshore que ya no existía en ningún registro formal.
Su rostro había cambiado con inyecciones de bótox, una máscara nueva sobre los mismos huesos de siempre, pero el porte... el porte seguía siendo el mismo.
Sebastián Moreau, había vuelto.
Volvió convencido de que Julián estaba muerto, de que Catalina ya no representaba una amenaza real y de que el imperio podía volver a sus manos sin grandes obstáculos.
Regresó al país como quien se presenta a reclamar una herencia olvidada, esa que el tiempo había dejado sin dueño, creyendo que bastaba con presentarse para que todo volviera a su sitio.
Su plan, al menos en su mente, era simple: recuperar unas joyas escondidas, encontrar cuentas que