Nueva estrategia.
Catalina Delcourt repasaba en su portátil la lista de correos enviados mientras, uno por uno, los nombres de los viejos aliados de su padre respondían con mensajes breves pero cargados de significado.
“Cuenta con nosotros.”
“Esperábamos tu regreso, tu padre estaría orgulloso.”
“Los viñedos Delcourt serán de nuevo orgullo.”
Catalina cerró los ojos apenas un segundo porque no podía permitirse más. Sintió cómo un picor amargo le quemaba el borde de los párpados, esa sensación conocida y peligrosa. Se obligó a contener las lágrimas, como quien se aferra a la última hebra de su orgullo.
En lugar de dejarse vencer, buscó refugio en una imagen reciente: Julián Moreau salvándola.
Por un instante fugaz, aquel gesto le recordó cómo se sentía tener a alguien de su lado, sin condiciones, sin contratos escondidos ni cálculos ni interés. No sabía si debía confiar en él, aunque su instinto se negaba a rechazarlo del todo.
Allí estaba ahora, sentada frente a su portátil, sintiendo que las raíces Delc