El verdadero loco eres tú.
De vuelta en su oficina, Luciano se dejó caer pesadamente sobre su silla. Sus dedos buscaron a ciegas en el bolsillo interior del saco hasta sacar su celular secreto. Al encender la pantalla, ésta le devolvió su propio reflejo, distorsionado y borroso, un rostro desencajado y ojeroso que apenas reconoció como propio.
Buscó el chat encriptado con el doctor Vallois. El último mensaje seguía allí, congelado como un recordatorio cruel de su propia caída.
"Incremento de dosis aprobado. Firmaré en tu nombre. No habrá efectos secundarios permanentes."
Fechado hacía un mes, sin una sola respuesta nueva, sin siquiera un miserable tick azul que pudiera darle una señal de vida.
Volvió a intentar y marcó al administrador del hospital, luego al guardia nocturno, después al propio Vallois. Todos eran fantasmas al otro lado de la línea. En cada tono muerto sentía cómo el control que creía tener se desmoronaba como un castillo de arena golpeado por la marea.
En un acto desesperado, como quien busca a