Huyendo de un crimen que no cometió, Elizabeth Fang lo dejó todo atrás, su hogar, su nombre, su manada, todo para proteger a su hermana pequeña y juró que haría cualquier cosa para mantenerla a salvo. Incluso venderse y convertirse en la amante de un alfa. La manada de Gideon Draven le exige un heredero. Pero su Luna oficial, la hembra elegida por tradición, se niega a ocupar su cama y Gideon, marcado por una cicatriz que divide su rostro y una maldición que le impide amar, contrata a otra loba. Lo que ninguno esperaba… es que esa loba fuera Elizabeth. Ella no lo ha olvidado y él tampoco, y cuando sus miradas se cruzan, algo se quiebra y bajo ese contrato frío y cruel, arde un vínculo que ninguno de los dos acepta. Porque el solo quiere un hijo y ella solo quiere sobrevivir. Pero entre gemidos ahogados en la oscuridad y noches que no deberían sentirse tan reales, el deseo se transforma en algo profundo, letal y prohibido. Y Gideon comienza a preguntarse si la loba por la cual pagó… es, en realidad, la compañera que el destino le negó. Solo hay un problema. El contrato tiene fecha de vencimiento y cuando el hijo nazca, Elizabeth deberá marcharse. Pero ya es demasiado tarde y Gideon tendrá que elegir entre obedecer las leyes de su manada o romperlas todas por ella. Porque hay juegos que se juegan con el cuerpo… y otros, con el alma.
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CIUDAD DE CHICAGO / MUNDO HUMANO
Elizabeth se retorcía en la camilla; las contracciones ya eran insoportables y le habían dicho que era temprano para dar a luz, pero su cuerpo tenía otros planes.
—¡La presión está bajando! —gritó una enfermera humana, y otra apretó su brazo buscando la vena con torpeza—. ¡Necesitamos pasarla ya!
—Está entrando en trabajo de parto, ¡rápido!
Elizabeth apretó los dientes. Quería gritar, pero no por el dolor físico, sino por el miedo. Porque si se descontrolaba, su loba podía salir y eso, en un hospital humano, sería un desastre.
“No te transformes, por favor. No aquí. No ahora. "Le pidió a su loba, pero el dolor subió como una ola, rompiendo en su vientre, y ella jadeó mientras dentro de ella su hijo se movía con fuerza.
—¡Está coronando! —avisó una de las enfermeras—. ¡Los bebés ya vienen!
—¡No empujes aún, Elizabeth, aguanta! ¡Espera a la doctora!
—¡No puedo! —gimió entre dientes.
Su loba aullaba, empujaba desde adentro como si también quisiera salir. Cerró los ojos con fuerza; no podía transformarse, no ahora, no frente a todos. De repente, las luces del quirófano parpadearon y un zumbido eléctrico recorrió el ambiente, y por un segundo, el tiempo pareció detenerse.
—¿Qué carajo…? —dijo una enfermera, mirando hacia la puerta que se abrió de golpe.
Una figura alta entró, pero Elizabeth lo sintió antes de verlo.
Las feromonas, el calor, el poder.
Y su cuerpo reaccionó solo; la respiración se le atascó en la garganta, porque llevaba a los hijos de ese Alfa.
Gideon.
—¡Fuera de aquí! ¡Seguridad! —gritó alguien, pero nadie se atrevió a moverse. Porque ese “hombre” no era humano. Y lo sabían, aunque no podían entenderlo.
Gideon se acercó sin apuro, cruzando entre médicos y enfermeras como si fueran aire.
—¿Creíste que podrías huir de mí? —dijo, caminando hacia ella—. ¿Vivir escondida en este mundo miserable? ¿Crees que puedes escapar de tu alfa?
Terminó de acortar la distancia con una zancada veloz, y su cuerpo quedó a milímetros del de ella.
—Eres mía... mi hembra... y mis hijos están a punto de nacer.
Lo pronunció como un rugido gutural, haciendo que un escalofrío le recorriera la espalda. Sin embargo, ella logró controlarse, pero él la observó con una sonrisa predadora.
—¿Qué haces aquí? —susurró.
—Vine a recordarte quién eres en realidad —la voz de Gideon era terciopelo sobre acero—. Vine a llevarte de vuelta. Y si intentas huir de nuevo, te encadenaré. No solo a mi cama, sino a mi lado. Porque cada respiración, incluso cada latido tuyo... me pertenece.
El pecho de Elizabeth subía y bajaba por la emoción, el dolor y la adrenalina, y otro escalofrío la recorrió. Y de repente, una voz grave, cargada de amenaza, resonó en la sala de partos.
—Quita tus manos de ella… o te las arrancaré.
Gideon giró lentamente hacia la entrada y allí estaba otro hombre. Alto, musculoso, con los ojos brillando en tonos dorados y una expresión de furia y posesión.
—Ella ya no es tuya —dijo el recién llegado—. Ahora ella es mi mujer… y esos son mis hijos.
C92- OFICIALMENTE UN PADRE.El grito de Elizabeth desgarró el aire, su cuerpo se arqueaba sobre la camilla mientras los médicos intentaban mantener el control y en medio de eso, los dos alfas se lanzaban miradas asesinas.—¡Fuera los dos! —chilló un médico, intentando interponerse, pero Gideon lo apartó como si fuera un estorbo.—Ella es mía —rugió, con la voz grave y acercándose a Draxel.—¡Atrévete a tocarla y te mato! —respondió el otro con el pecho erguido y los ojos encendidos.El caos era insoportable. Las enfermeras corrían de un lado al otro, mientras las máquinas pitaban, y Elizabeth gritaba otra vez, sus uñas arañando la sábana mientras el dolor la atravesaba como cuchillas.—¡No! ¡Paren ya! —lloró entre jadeos.Entonces dos enfermeros se colocaron frente a los alfas, intentando empujarlos hacia atrás, porque no había espacio para peleas, no cuando la vida de los bebés estaba en juego. Pero Draxel y Gideon, no obedecieron.De repente, una enfermera apareció entre ellos.—¡B
C91-QUITA TUS MANOS DE ELLA.El director del hospital hablaba con calma, señalando expedientes y gráficos médicos.—Las medicinas que podrían servir en tu comunidad son varias. Para la fiebre, tenemos antivirales comunes. En casos de influenza, lo más efectivo es el oseltamivir. Para hepatitis, hay tratamientos prolongados, antivirales de última generación que han reducido la mortalidad en más del cincuenta por ciento...Tobias escuchaba con atención, asentía y hacía preguntas técnicas. Gideon, en cambio, apenas podía quedarse sentado. Algo lo golpeaba desde dentro, una punzada, luego otra, más fuerte, incluso se llevó una mano al pecho, jadeando, como si alguien lo hubiese atravesado con una lanza invisible.El dolor se intensificó, se puso de pie de golpe y miró hacia la puerta.—Gideon... ¿qué te pasa? —preguntó Tobias, viendo la extraña actitud de su amigo.Pero él no respondió, porque otro espasmo lo dobló y entonces lo entendió: no era solo dolor, eran contracciones. Elizabeth
C90-SU LOBA.Las luces blancas del hospital la cegaron apenas bajaron la camilla de la ambulancia. Elizabeth gritó, el dolor desgarraba cada fibra de su cuerpo, era como si las contracciones partieran su interior en dos. —Eli… aquí estoy, ¿sí? Aquí estoy contigo —la voz de Draxel la alcanzó, fuerte y clara, como un ancla en medio del caos.Ella lo miró con los ojos húmedos y asintió débilmente, apretando su mano como si de eso dependiera su vida. Pero en cuanto cruzaron las puertas, dos médicos intervinieron de inmediato.—Señor, debe ir a hacer el registro. Nosotros nos encargaremos de su esposa.—¡No! —gritó Elizabeth con el poco aire que le quedaba—. ¡Draxel, no! Por favor…Él intentó avanzar, pero una enfermera lo bloqueó.—Lo lamento, señor, no puede pasar. Nos encargaremos desde aquí. Por favor, vaya al registro.—¡Pero ella me necesita! ¡No puedo dejarla después… después haré todo!—Es el protocolo —respondió la enfermera, empujando la camilla hacia el pasillo sin detenerse.—
C89-¡MIS BEBÉS YA VIENEN!Gideon caminaba de un lado al otro del penthouse como un toro enjaulado buscando salida. Sus pasos resonaban fuertes, mientras Tobias lo observaba desde un sillón con una copa en la mano, negando con la cabeza.—Draxel es un CEO —dijo con calma forzada—. Tiene negocios con Silas Virell, es un empresario que controla farmacéuticas, produce medicinas que los humanos usan… y también algunas que sirven para los nuestros.El ceño de Gideon se frunció más.—¿Silas Virell? ¿No es ese el mismo bastardo que estás buscando?—No —respondió Tobias tajante—. No lo es.Gideon bufó frustrado, girando hacia la ventana. La furia lo consumía, el pecho subía y bajaba como si acabara de librar una batalla, sin controlarse, golpeó con la palma abierta la pared.Amaba a Elizabeth. Con cada célula de su cuerpo y verla con otro lo descontrolaba, era como si le arrancaran el alma a pedazos. Su mente no encontraba descanso. ¿Qué hacía en el mundo humano? ¿Cómo había llegado hasta a
C88-¿ELLA ESTÁ CON DRAXEL?Afuera, Elizabeth apenas alcanzó a dar un paso hacia el auto cuando se encontró con el alboroto. Se giró lo suficiente para ver a Kael cargar a Rowena como si fuese un saco de harina, mientras los murmullos crecían en cada rincón de la calle.—Por la diosa… ¿Qué sucedió?Draxel la rodeó por la cintura, la pegó contra su cuerpo y como buscando protegerla de cualquier peligro.—Pues… creo que hubo un problema. Y esa era Rowena Style, justo la que quería presentarte.Elizabeth alzó las cejas, incrédula.—¿Y qué hacemos ahora? ¿Seguirá la convención?Draxel inclinó la cabeza, evaluando, pero luego la miró suavemente, como si nada de lo que pasaba alrededor importara.—Seguro que sí… pero la pregunta es, ¿tú qué quieres hacer?Elizabeth abrió la boca para responder, pero la punzada en su pecho volvió, brutal, salvaje. Sus ojos se cruzaron con los de Draxel y por un instante la confusión la paralizó.«¿Por qué me siento así por él? ¿Por qué?»Respiró hondo, lucha
C87-DARTE UNA LECCIÓN.Rowena apareció en la entrada con su cabello pelirrojo cayendo en ondas perfectas, el vestido verde esmeralda abrazando cada curva con una sensualidad elegante y la sonrisa en su rostro tan calculada como letal.Pero no venía sola.Del brazo llevaba a un hombre tan alto y refinado como ella, con un traje oscuro perfectamente ajustado, expresión segura y un aire de arrogancia que encendió cada fibra del lobo dentro de Kael.Los puños del alfa se cerraron con fuerza y las venas en sus sienes palpitaron con violencia, porque su lobo rugía, exigiendo imponerse y defender lo suyo. Tobias, por otro lado, disfrutaba ver el volcán a punto de estallar y se inclinó hacia su amigo.—Creo que… acaban de dejarte plantado.El sonido de cristal quebrándose resonó cuando Kael lanzó la copa contra el suelo y caminó como una tormenta desatada hacia ellos. Todo el salón se tensó, la música pareció desvanecerse y los murmullos comenzaron a crecer.Sin dudarlo, se lanzó sobre el hom
Último capítulo