C9-¿ESPERABAS QUE TE DIERA LOS BUENOS DÍAS?
Elizabeth desvió la mirada hacia un punto muerto de la habitación.
Gideon apretó la mandíbula. Su pecho subía y bajaba con fuerza, pero no por placer… sino por rabia, por algo que no entendía, por una culpa que no pidió sentir.
—Maldita sea —escupió, alejándose—. ¿Por qué no dijiste nada?
Elizabeth cerró los ojos y se cubrió con la manta, como si eso pudiera protegerla de sus palabras, de su mirada, de lo que acababa de pasar.
—¿Para qué? —susurró—. ¿Habría cambiado algo?
Gideon no respondió, pero la pregunta le dolió más de lo que aceptaría. Porque la respuesta era no. Ya había tomado lo que quiso, lo que creyó que ella ofrecía como parte del trato. Pero ahora… ahora no podía sacarse esa imagen de la cabeza.
Su cuerpo tembloroso.
La sangre.
Su sangre.
Y eso lo jodía.
Sin decir nada, agarró su bata del suelo y se la puso con brusquedad; luego caminó hacia el baño, pero antes de cerrar la puerta, habló una vez más.
—Mañana empiezas en la coci