Se me cayó el alma al piso. Estaba siendo extorsionada por un hijo de puta y no tenía a quién pedirle ayuda. Bueno, sí tenía, pero le daba más miedo la reacción de su padre que el chantaje.
—Isabella... —empecé, pero no sabía ni qué decir.
—¡Por favor! —me suplicó—. Si papá se entera me mata. Me mata de verdad.
Y tenía razón. Massimo iba a enloquecer. No solo por las fotos, sino por saber que su hija tenía novio y él ni siquiera lo sabía.
Iba a matar a Johnny. Literalmente. Seguramente le haría todo eso que se ve en la televisión y lo terminarían encontrando colgado de algún lado. Bueno, se lo merecía en realidad. Bastardo infeliz.
—¿Cuántos años tiene ese bastardo?
—Dieciocho —murmuró.
Peor. Massimo no solo lo iba a matar, lo iba a torturar primero.
—¿Cuánto dinero quiere?
—Cinco mil dólares.
—¡¿Cinco mil?! ¿De dónde carajo vas a sacar cinco mil dólares?
—No los tengo —lloriqueó—. Por eso... por eso pensé que tal vez tú...
Ah. Ahí estaba. Por eso me había contado. No porque confiara