MATTHEW GRAYSON
Esperé y esperé, los días pasaron uno tras otro y cada vez que escuchaba a alguien en la puerta, pensaba que era ella, sabía que no para pedir volver, pero tal vez para recoger todo lo que dejó atrás, dándome así una oportunidad para hablar, para escucharla, para… razonar con ella, pero ese momento nunca llegó.
Su ausencia no solo pesaba en el trabajo, cuando escuchaba que hablaban de ella, sino que la casa se veía cada vez más oscura, más vacía, y yo… yo me sentía cada vez más miserable, por mucho que quisiera mantenerme digno con la frente en alto.
Las botellas de alcohol comenzaban a acumularse en los rincones. La cava cada vez estaba más vacía, y mis ausencias en eventos sociales se hacían cada vez más notorias. No contestaba las llamadas de mis padres, mucho menos las de Sharon. Era como si torturarme con la soledad y el dolor que me generaba su ausencia fuera lo que necesitaba, como si eso fuera una clase de justicia.
El cuarto que alguna vez compartimos estaba