LILIANA CASTILLO
—Me estás rompiendo el corazón… —susurró mi padre en cuanto se enteró. Había esperado el tiempo suficiente para que Julia y Matt regresaran a casa con la bebé y todos nos volviéramos a acomodar.
—Creo que necesitarán una habitación. Mateo no puede seguir durmiendo con Julia y Matt, además, la bebé va a crecer y…
—Esta es tu casa, Liliana —soltó con firmeza—. Aunque aprecio a todos, tú eres mi hija. Si es una cuestión de espacio, entonces prefiero sacar a todos y que tú estés cómoda.
—No se trata de espacio, papá —susurré tomando sus manos. No quería que se sintiera culpable o triste—. Hay algo más que necesito resolver en soledad, no puedo hacerlo aquí.
—¿Qué? —preguntó entornando los ojos.
—No puedo decirte. No aún —contesté apenada—. Por favor, solo será por un tiempo, lo juro.
—¿Qué es lo que ocurre? —insistió tomándome por los hombros—. ¿Javier está obligándote?
—¿Crees que Javier lo haría? —pregunté divertida, haciendo que torciera los ojos.
—No… —contestó