LILIANA CASTILLO
Y Matthew tenía razón. Un día lo encontré plácidamente viendo las noticias con el pequeño Mateo jugando a sus pies con sus juguetes. Entre las noticias internacionales hablaban de la bancarrota de la empresa que pertenecía a su familia.
Al parecer un virus había entrado a su sistema de por sí ya endeble, y había logrado sacar el dinero que tenían tanto de ganancias como de inversionistas. Contrataron a los mejores programadores para encontrar donde estaba el problema, pero nadie lograba nada, siempre que abrían una computadora, los direccionaba a una página para adultos, llenando cada oficina con gemidos.
De esa manera la empresa quebró, no pudieron encontrar el dinero robado, pero yo supuse donde estaba.
—¿No te sientes culpable? —pregunté recargándome en el respaldo del sillón, mientras veía el rostro apacible de Matt.
—No, ese dinero servirá para conseguir algo más grande y dejar de molestar a tu padre, además, también podremos solventar el gasto del hospital ta