Tras la pérdida del hombre que lo significó todo para ella, se alejará de toda la gente que la quiere, refugiándose en lo único que la alejará del dolor: los estudios y el trabajo. Una nueva oportunidad laboral se le presenta en América, al otro lado del charco, y se ve obligada a mudarse. Mientras, Samuel comienza a investigar por su cuenta, pues hay un capo de la mafia rusa que se parece demasiado a su hermano fallecido. El destino quiere, que a pesar de todo, dos personas vuelvan a encontrarse...
Leer másLos gemidos desesperados desgarraban mi garganta, mientras él recorría mi cuerpo con sus manos, sin pensar, tan sólo llenándome de placer, obligándome a dejar cualquier sentimiento fuera de aquello.
Sólo era sexo, placer, una mera distracción para huir de mis pensamientos. Como cada viernes, después de una intensa jornada laboral, era tomada por aquel imbécil.
Sus estocadas eran cada vez más fuertes, tanto que mi mente dejó de pensar en gilipolleces, concentrándose en el duro placer que me proporcionaba.
El éxtasis me invadió y por un momento pensé en el hombre al que amaba, dejando que una despistada lágrima cayese por mi mejilla y se perdiese en mis cabellos.
Me tumbé al lado de ese niñato y miré hacia la fea lámpara que colgaba del techo. Me obligué a mí misma a guardar el amor y el dolor en un remoto lugar de mi corazón, antes de sentarme en la cama y agarrar mis medias.
–Quédate a dormir, Leonor.
–Eso no forma parte de nuestro acuerdo – me quejé, poniéndome en pie, agarrando mi vestido para comenzar a vestirme – sólo follamos, Abel, nada más que eso.
–¿Cuándo te vas? – quiso saber, sacándome de mis pensamientos – A Chicago.
–En tres días – contesté, colocándome la chaqueta, más que dispuesta a marcharme, pero él me detuvo. Miré hacia él, sin comprender, observando mis bragas en su mano.
–Olvidas algo – las agarré, le hice la cobra cuando intentó besarme y metí la prenda en el interior de uno de los bolsillos de mi chaqueta.
Mientras bajaba por el ascensor, luchaba conmigo misma por extirpar esa sensación que tenía dentro. Saqué el teléfono del bolso, con rapidez, sin importarme si quiera la hora que era y llamé a Lucas.
–Leo, me has despertado, joder – se quejó, al otro lado – espero que sea importante, si no… me vengaré.
–Esta noche ha sido mi último encuentro con Abel – le dije, como si le interesase – me han encargado un importante caso en el bufete.
–¿Aún sigues acostándote con ese niñato?
–Me iré en tres días a Chicago, Lucas.
–¿En serio? ¡Eso es fantástico! ¡Así podremos vernos!
–No tendré mucho tiempo para eso. Ya sabes que esto no es un viaje de placer. Estaré reunida con mi cliente y …
–Oye, tengo que dejarte, es tarde y mañana tengo que ayudar a mi padre con los preparativos del desfile.
–Mañana hablamos, bombón.
Habían pasado 5 años desde que dejé Madrid, en el aquel momento vivía en Barcelona, la ciudad en la que terminé la carrera y encontré trabajo en un importante bufete de la ciudad. Los contactos de mamá me ayudaron mucho a abrirme paso en este complicado mundo.
Era muy buena en mi trabajo y pronto llamé la atención del jefe. Jamás perdía un caso.
Me había convertido en toda una abogada de prestigio. Tenía todo lo que siempre había deseado: una casa lujosa, dinero que no dejaba de crecer y estaba cerca de los míos. Pero… ya no tenía a ese hombre para disfrutar de tiempo a su lado. Eso me perseguiría por siempre, pues aún me seguía culpando de su muerte.
Llegué a casa, eché de comer a Simón, mi hámster y me tumbé sobre la cama. Estaba exhausta, sin tan siquiera quitarme el vestido de pedrería que llevaba esa noche.
Mi teléfono comenzó a sonar, de nuevo. Miré hacia la pantalla, de nuevo era el pesado de Samuel, y cómo de costumbre iba a ignorarle, no quería volver a saber nada sobre las locas ideas del hermano de mi novio muerto.
Diez llamadas perdidas tenía de ese día. Debía de ser urgente, porque eso ya era pasarse.
Cerré los ojos, y cuando volví a abrirlos eran cerca de las siete de la mañana, ¿cómo había podido quedarme dormida? Le había prometido a mi jefe que le enviaría un resumen del caso a primera hora de la mañana.
Me di una ducha rápida, me puse las mayas y una camiseta ancha y me puse a estudiar aquel importante caso de malversación de fondos. Era un caso complicado, y debido a lo bien relacionado que estaba aquel sujeto, había solicitado ayuda legal del mejor despacho de abogados español que existía.
Me eché hacia atrás en el sofá tan pronto como terminé el resumen y envié el archivo a mi jefe. Entonces desvié la vista hacia mi teléfono en el que había una insistente luz parpadeante.
Tenía un nuevo mensaje, pero no podía reconocer el número.
Número desconocido.
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*Foto
Abrí la foto, despreocupada, observando a dos chicas allí, a una de ellas podía reconocerla en cualquier parte, era Rita, estaban en una discoteca, sonriéndole a la cámara.
Yo:
¿Rita?
Número desconocido:
No te fijes en nosotras, mira detrás.
Volví a abrir la foto. Había mucha gente en esa discoteca, gente riendo, gente bailando, y … un par de hombres dándose la mano, como si estuviesen sellando un trato. Pero no fue eso lo que me dejó helada, lo que hiciese que me faltase el aliento y que mi mundo se detuviese, si no descubrir que uno de esos hombres era Charlie.
Yo:
Si esto es uno de tus juegos, no me interesa.
Número desconocido:
Estuve en Miami el mes pasado, esa foto fue tomada entonces.
Yo:
Deja tus putos juegos de una vez, Rita.
Número desconocido:
Sé que cuesta creerlo, yo también me quedé flipando cuando lo vi, por eso hice algunas investigaciones por mi cuenta. Pero ahora lo sé, no estaba soñando. Charlie está vivo.
Charlie.Frente al espejo, pensaba en el plan, hecho un manojo de nervios. Al fin había llegado el día en el que todo aquello se acabaría, pero … ¿a qué precio? Debía fingir que no sabía nada y ver a Mica siendo arrestada por sus colegas de asuntos internos, aunque… en el fondo sabía que ella no caería sin luchar, quizás era eso lo que me tenía tan ansioso y preocupado.Me acaricié la barba, más larga de lo que me gustaba, antes de meterme la maquinilla y dejármela casi a ras.Tenía ganas de que todo terminase, de dejar de acostarme con esa mujer por la que no sentía más que odio, volver a abrazar a mi princesa y vivir una vida sin preocupaciones. Añoraba aquellos días frente al mar, abrazado a ella, con las miradas de desaprobación de su padre, y una sonrisa por
Charlie.Volver a sentirla de aquella manera fue un alivio. Sentir sus jadeos, sus caricias, su piel… casi había olvidado todo lo que sentía al hacer todo aquello, con ella. Mis sentimientos hacia esa preciosa mujer seguían siendo los mismos, incluso más fuertes que antes. Ella siempre consiguió lo que ninguna otra antes pudo, me hizo libre.Quería luchar a contra marea, con quién fuese, sólo para quedarme a su lado, a pesar de que sabía que sería peligroso para ambos. No quería volver a perderla.- Escapémonos juntos – sugirió ella. Dejé de pensar en toda esa mierda, y besé su cuello, mientras la abrazaba aún, por detrás, sin que tan siquiera se hubiese vestido, en aquella habitación de hotel donde me fugué con ella la noche anterior, en la que no dejamos de entre
Leo.Hacía un tiempo que había colgado el teléfono, pero aún no había vuelto a la normalidad, y no lo hice hasta que Omar volvió del servicio, sentándose a mi lado, en aquel sofá.- ¿Va todo bien? – quiso saber. Asentí, sin decir nada, dejando la copa en la mesa, abalanzándome sobre él, subiéndome encima, comenzando a besarle desesperada, importándome bien poco estar en un lugar público.Necesitaba calmar la pesadez de mi corazón, olvidarme de Charlie, aferrándome a lo único que me hacía olvidar por unas horas.Apoyó sus manos en mis nalgas, apretándome contra su abultada entrepierna, haciéndome comprender cuánto me deseaba, a pesar de todo.No quería pensar en Charlie, no después de lo mal que me trató en l
Charlie.Entré por la puerta del despacho de Mica, completamente fuera de mí.¡Joder!¿En qué momento las cosas se habían ido de mi control tanto?Miré hacia la maldita hija de puta que me tenía cogido por los huevos, parecía estar disfrutando con aquella situación más de lo que había esperado. Caí en la cuenta en ese justo momento, ella tenía algo que ver en todo aquello, no me cabía ninguna duda.- No creíste que iba a dejar pasar tu desliz… ¿o sí? – me dijo, dejándome claro que sí, ella era la causante de que Leo estuviese allí. Indirectamente al menos, pues sabía bien, que, en realidad, había ido a poner los putos micros.Sonre&
Leo.En el callejón de aquel barrio pijo me preparaba, mientras Poli me daba consejos, poniéndome aún más nerviosa, Omar me miraba de reojo y Samuel me ayudaba a colocarme el micro, con los del FBI metidos en su furgoneta, al otro lado de la calle.- Estaremos escuchando, Leo – empezaba aquel plasta, preocupado por mí – si sientes que estás en peligro…- Estaré bien – insistí, apartándole, abotonándome la chaqueta, más que dispuesta a marcharme.- ¿No te preocupa volver a verte con él? – quiso saber Omar. Le miré entonces, fijándome en su preciosa mirada de ojos marrones y piel morena. Era guapísimo. Si no hubiese estado tan pillada, como lo estaba, por ese camello, sin lugar a dudas, hubiese intentad
Samuel: Me estaba perdiendo en el cuerpo de aquella diosa del pecado, iba a pecar, iba a caer en el abismo y a beneficiármela. Pero, el sonido del teléfono me salvó. ¡Gracias a Dios! Porque habríamos tenido sexo de no ser por eso. Sólo era papá, que hizo que el calentón se me bajase de golpe. Hablamos de cosas varias, y eso me ayudó a tranquilizarme, mientras Leo se levantaba de la cama, se ponía la bata y miraba hacia mí. - Lárgate si no vas a hacerme nada – espetó, echándome de su habitación, mientras papá preguntaba al respecto. Me cerró la puerta en las narices, y yo lo agradecí. No era bueno que sucediese algo entre ella y yo. Las cosas estaban demasiado complicadas, así como estaban. - Charlie no va a participar – escuché a Poli, hablando con Smith, c
Último capítulo