María Aragall tenía mala suerte, estaba segura de ello y, aunque en algún momento de su vida no lo creyó de esa manera, tarde se dio cuenta de que lo peor que le había pasado era haberse topado con ese chico guapo, agradable y millonario que sumaría a su vida una nueva historia con final triste y desesperanzador, ¿o no?
Leer másSu vida, definitivamente no iba caminando por donde le hubiera gustado, y todos sus sueños y anhelos, que a lo largo de la vida habían quedado frustrados, los seguía arrastrando consigo porque el dolor la había hecho más fuerte, según sus seres queridos, aunque, en el fondo, ella estaba segura de que todo era por no haber superado sus rencores.
Tenía desventuras para contar cada noche por al menos un par de meses y, a como veía la vida, podría llenar un calendario anual de todos sus malos ratos.
Estaba segura de que tenía mala suerte, que había nacido bajo la peor estrella, si es que le había tocado alguna, pero su madre decía que no debía de quejarse, que seguramente muchas jóvenes querrían tener su “mala suerte”, que, definitivamente, su madre no pensaba era mala, se le notaba en la cara.
“Tú atraes tu mala suerte”, había escuchado eso también, pero no le cabía en la cabeza semejante idea; es decir, lo único que ella deseaba era que las cosas fueran bien y tener un poco de felicidad, si se podía, entonces, no había forma de que ella hiciera que las cosas le salieran mal.
Es decir, se había esforzado demasiado en acreditar los exámenes que iba a realizar, y los había pasado con buenas notas todos y cada uno de ellos, pero entonces quedaba afuera por una nimiedad. ¿Eso no era mala suerte?
También era responsable, precavida y muy organizada, pero, de la nada, los imprevistos salían, cada vez había uno que arruinara algo, ¿acaso eso no era mala suerte?
Y ya ni hablar de sus hobbies, que no daban para mucho… Tenía talento, lo creía ella y lo había escuchado y leído de muchas personas, pero nunca era suficiente para destacar, ¿acaso no podría decirse que le faltaba suerte?
Sí, tenía una carrera, una que no había soñado jamás, y sí, tenía un empleo, pero no era el que ella anhelaba tener, y sí, tenía amor, pero ni siquiera eso era suficiente.
Tenía mala suerte, de eso estaba segura, pues lo vivía día con día y, si como dice el refrán, para demostrar la peor de las suertes solo hace falta que los orine un perro, ella definitivamente tenía mala suerte, pues ni eso le faltaba.
—¿Estás nervioso? —preguntó María, y el chiquillo de ahora seis años asintió, entonces la joven se acuclilló frente a él y le sonrió enormemente—. Todo va a estar bien, lo prometo. Acto seguido, María besó la frente del niño y ambos sonrieron para, luego de que ella se incorporara, tomarse de las manos y caminar juntos. —Buenos días —saludó alguien, y tanto María como Mateo respondieron al saludo de la mujer que les daba la bienvenida. Ese era el primer día en la escuela primaria de Teo, quien se enfrentaba a un serio problema de ansiedad por su primer día en una escuela mucho muy diferente a las que estaba acostumbrado, pues los miembros de ese lugar hablaban un español un poco diferente al que hablaba él, se notaba sobre todo en su falta de melodía al pronunciar las palabras. Y no le molestaba, por supuesto que no, él tenía aproximadamente dos años disfrutando de ese tono cantadito con que hablaba su tía, pero ser el diferente a todos le ponía de los nervios. —Anda, preséntate —
María estaba sentada en la orilla de su cama, rebobinando en su cabeza la noche anterior. Y es que recordaba que, luego de caer ebria en su cama, había comenzado a soñar con esa serenata que había pedido.La joven también recordaba haber soñado que Marcos la había levantado en brazos y llevado a la habitación donde pasarían su luna de miel; entonces vio pasar ante sus ojos la historia más feliz del mundo, con ellos haciendo una nueva familia... y despertó con un mensaje de ese hombre que le advertía que no se podía arrepentir, que estarían juntos para siempre y que la amaba con toda su vida.—No fue un sueño —murmuró María Aragall y saltó en respuesta a los golpes en su puerta.—Hasta que te amaneció —casi gritó su madre, provocando que el dolor en su cabeza aumentara—. ¿Planeabas dormir todo el día?—Justo ahora quiero dormir toda la vida —respondió la joven, ganándose un trapazo en la cara con la franela que su madre se había estado secando las manos luego de cocinar la comida, segu
—Para, por favor —suplicó la despeinada y desarreglada joven, que salía usando una bata sobre un vestido que no se había logrado quitar por lo ebria que había llegado a su casa horas atrás—. Me estás matando, hombre.—Dijiste que si...—Shhh —hizo la joven con los ojos entrecerrados por todo el dolor y sueño que tenía, interrumpiendo a Marcos y silenciándolo al poner su dedo sobre los labios del chico—. Son las cuatro de la mañana, y tengo resaca.María dijo lo mismo que su hermana, porque era lo mismo lo que le molestaba a ella.» Diles que se callen, por favor —suplicó la castaña a un joven empresario que se sentía feliz de sentirla cerca y de no ser rechazado.Marcos negó con la cabeza, sonriendo. La chica que se aferraba a su chaqueta, y que escondía su desalineado rostro en su pecho, era su razón de estar ahí, y de alguna manera sentía que había hecho bien yendo a molestarla en ese que había prometido sería su último intento.—Gracias por todo, chicos —dijo Marcos en voz muy alta
—Mamá —habló la joven para la mujer que le llamaba—, ¿crees que soy una persona orgullosa?—Por supuesto que lo eres, cariño —respondió la mujer—. Siempre lo has sido, desde bebé. Orgullosa y mula. Las cosas tenían que ser cuando las pedías y como las pedías o ya no las aceptabas. Pero, ¿por qué preguntas eso ahora?—Marcos dijo que yo no lo quería perdonar porque eso heriría mi orgullo —explicó la joven—. Sentí que decía que eso era lo único que estoy protegiendo, cuando lo que intento proteger es mi corazón.—Ay, mi nena —dijo la madre de María en un tono que a la chica le molestaba, aunque siempre terminara sonriendo tras hacer mala cara—. El corazón se protege comiendo sano y haciendo ejercicio, para evitar los triglicéridos y el colesterol alto; de ahí en más no puedes hacer nada por él. Pero, ¿por qué sigues mencionando a Marcos? Pensé que él era un asunto olvidado.—No lo es —declaró María—, él no me deja darle carpetazo a su asunto.—Achis —hizo la mayor esa muletilla que a Ma
—¿Puedes parar con el acoso? —preguntó María, molesta, al guapo hombre que la había seguido todo el camino a su casa.—¿Y tú puedes parar con tu tonto orgullo? —cuestionó Marcos, mirando a la joven que, furiosa, le encaraba después de casi media hora de camino ignorándole.—Esto no es mi tonto orgullo, es el dolor de heridas reales —aseguró la joven un tanto ofendida porque el otro desestimara sus emociones y sentimientos.—María, no hagas como que no lo ves —pidió Marcos Durán en un todo suplicante—. Está tan claro que incluso yo lo noté. Cariño, si tú siguieras adolorida me evitarías a toda costa, pero la verdad es que estás disfrutando de la atención, por eso no me mandas al diablo de una vez por todas.—Marcos, te he mandado al diablo día con día, pero no te rindes —señaló la joven escritora—. Y, para ser sincera, ya me cansé de todo esto. ¿Qué es lo que pretendes en realidad? ¿Quieres que renuncie a mi actual empleo? No lo voy a hacer. Marcos, este es el trabajo de mis sueños, po
—Mari —habló Marcos, que veía a la chica con la intención de irse, y que se detuvo cuando él le llamó—. Dices que nunca te amé, pero acudiré a una vieja y trillada para refutarte. Preciosa, no porque no te quiero como quieres que te quiera, eso significa que no te quiero.Mari, con la cara ardiendo de vergüenza, por recibir tales palabras casi en un grito en ese lugar lleno de gente, le recriminó con la mirada y respondió a pesar de que lo único que quería era quedarse callada y salir corriendo de aquel lugar.—No me gustan los trabalenguas, señor Durán —dijo la joven y caminó con rapidez hasta las oficinas destinadas para el trabajo con los autores o las reuniones ejecutivas.Marcos sonrió. Que la joven le respondiera le parecía una buena señal, porque significaba que él le provocaba algo. Por ahora eran sentimientos malos, pero, cuando ella se acostumbrara a sus atenciones, esos sentimientos se volverían incómodos y luego normales.María, por su parte, esperaba que no hubiera muchas
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