Esta Familia Ya No Es Mía
Ese invierno, nuestra familia se fue a esquiar a Aspen, Colorado, en Estados Unidos. Era el lugar donde más acudía la nobleza de la manada y la gente con dinero.
Pero, cuando la avalancha pegó de repente, papá cargó a Susana —la hija adoptiva que dormía profundamente, y salió corriendo. Mamá, aunque en pánico, no olvidó de llevarse al perrito callejero que la Susana había recogido.
Regresaron esa misma noche a la Manada Sombra Lunar, y subieron más de diez fotos al Facebook de la Manada, celebrando que la familia había salido ilesa.
Nadie se acordó de mí. Yo, la hija biológica, seguía enterrada bajo la nieve, esperando que alguien me rescatara.
Después, cuando finalmente me encontraron, acepté sin pensarlo la oportunidad que me dio mi mentora de irme de la Manada a estudiar. Me fui a Ciudad Central a estudiar medicina y no volví a humillarme suplicándome para que me quisieran otra vez.
Pero ellos empezaron a mostrarse cada vez más nerviosos:
—Lucia, ¿por qué ahora no compites por el cariño de Susana?