Mi Dulce Venganza en Wall Street
La fiesta de mi compromiso con Eduardo, un magnate del mundo financiero, tuvo lugar en Las Vegas. Todo marchaba de maravilla hasta que decidimos jugar verdad o reto.
Una compañera de trabajo de Eduardo me clavó la mirada.
—Espero un bebé, y el padre es tu futuro esposo.
El lugar se llenó de risas. Todos creyeron que se trataba de una broma, todos menos Eduardo. Una vez que terminó la celebración y volvimos a casa, noté que estaba muy nervioso.
—Julia realmente está esperando un hijo mío —confesó—. No te confundas, entre nosotros solo hay una relación fraternal. Ese día nos encontrábamos en un viaje de trabajo, acompañando a un cliente que acabó completamente ebrio, y sin querer terminamos teniendo relaciones. Ella pertenece a una familia aristocrática británica, le importa mucho mantener su reputación intacta y jamás se casaría conmigo. Su única intención es tener al bebé y criarlo por su cuenta.
—¿Y ahora qué va a pasar?
—Como voy a ser padre, tengo que asumir mi responsabilidad. Entre semana me quedaré en el departamento que le alquilé para acompañarla durante el embarazo, y los sábados y domingos volveré a casa. Tendremos que aplazar nuestra boda por un tiempo. Una vez que nazca el bebé, entonces podremos realizar la ceremonia.
Esbocé una sonrisa forzada. Al parecer ya tenía todo resuelto. Simplemente había venido a informarme de su decisión. Él suspiró con alivio, tomó su maleta Rimowa y se marchó sin mirar atrás. Me limpié las lágrimas y comencé a guardar todos los recuerdos de nuestra relación.
De pronto, mi celular comenzó a sonar. La voz al otro lado sonaba alterada y llena de emoción.
—Mariana, la verdad es que te amo perdidamente. No te cases con él, cásate conmigo.
Me quedé sin palabras por un instante y le contesté:
—De acuerdo.