SINOPSIS Rebecca es una joven trabajadora que luego de la muerte de su madre, se ve obligada a hacerse cargo de su padre enfermo y su hermanita Sofía. La delicada salud de su padre, la obliga a firmar un contrato de matrimonio con Emilio Ferrer, el hermano de Enzo Ferrer, el CEO de la empresa donde Rebecca trabaja. Un extraño misterio rodea la vida de Emilio Ferrer, quien luego de un trágico accidente en el que muere su hermana Emma, se transforma en un hombre cruel y déspota. Rebecca vivirá un infierno al lado de aquel monstruo. ¿Podrá Rebecca controlar sus sentimientos hacia Emilio Ferrer? ¿Logrará con su amor recuperar al Emilio que era antes de aquel trágico accidente? ¡Misterios, intrigas y pasión envuelven esta historia!
Leer másCapítulo 1
Permanezco manejando con precaución hacia mi departamento, conduzco tranquilamente por las calles tarareando las canciones que suenan en la radio, algo se atraviesa en mi punto de vista, trato de esquivarlo girando un poco el volante cuando siento un golpe seco y freno rápidamente. La desesperación llena completamente mi sistema y mis manos comienzan a temblar.
-M****a, m****a, m****a-susurro y salgo del carro apresurada para ver que acaba de suceder, mis sentidos están paralizados y mi respiración ha aumentado su velocidad por la incertidumbre de esta situación, me sorprendo y horrorizo a la vez al ver una persona tirada frente a mi auto-. Oh no, no no no - Me arrodillo a ver al chico y muevo un poco su hombro pero no responde-.
Lo maté, m****a, lo maté.
-Chico, despierta, no te mueras-.
No quiero pasar mi vida en una cárcel.
Sus ojos se abren a la vez que su ceño se frunce, me dedica una mirada tan helada que me levanto y retrocedo.
- Joder- se queja enfurruñado-¿Cómo demonios te dieron esa p**a licencia- se sienta con cuidado aún en el suelo y frota sus sienes-.
- Hey, en verdad lo siento- murmuro con culpabilidad agachándome nuevamente hasta su altura-.
Se levanta aún aturdido por el golpe, ayudándose con el capó del auto.
- Demonios, mi cabeza- me acerco con precaución y examino su rostro. No tiene ninguna herida pero estoy segura de que el golpe debió ser fuerte-.
- ¿Hay algo que pueda hacer por ti?- pregunté con voz baja mientras jugueteaba con mis dedos, su mirada me estaba intimidando demasiado-¿Deseas que te lleve al hospital?-.
- No- musitó con decisión-.
- Deben revisarte, además pueden darte algo para el dolor-.
- Ya te dije que no- bien, entendía que estaba molesto, pero no era razón para que fuera tan borde. Quería ser amable y enmendar mi error-.
Y a pesar de todo, seguía ahí parloteando, aún sabiendo que ya no había caso, debía irme.
- Bien- respondí de la misma forma y me alejé de él-. Te dejaré mi número por si necesitas cualquier cosa-.
Con prisa busqué un papel y un lápiz, y escribí mi número para luego tenderle la mano al chico, entregándole el papel.
Se separó del capó de mi vehículo y levantó su mirada hacia mí, sus ojos parecieron perder poco a poco la dureza que tenían, y de pronto pareció incluso amable.
- Tal vez si hay algo que puedas hacer por mí- musitó mientras limpiaba sus pantalones con las palmas de sus manos-.
Lo observé de sopetón y esperé por lo que diría.
- Acéptame un café.
No sabía si había escuchado mal o si en verdad él estaba pidiéndome eso. Si así fuera me parecía descabellado e incluso ilógico.
- ¿Qué?- pregunté después de unos segundos, con confusión. Cerciorándome de si había oído bien su invitación-.
- Lo que oíste.
Metió sus manos dentro de los bolsillos de sus pantalones, mientras miraba mi rostro con atención.
- Si no puedes hacer eso- prosiguió- entonces deja ya que me vaya-.
- ¡No!- solté, esperando que no se fuera- O sea, sí, acepto tu propuesta-.
Algo debía hacer por él, y aunque sonara loco que fuera a beber café con un desconocido, si es lo que quería, lo haría. No entendía la razón, pero aceptaría lo que estaba pidiendo.
- Bien- sonrió de lado y mi corazón se saltó un latido-.
No entendía que ocurría, ni porqué su cambio tan repentino de actitud.
- En verdad...- suspiré pasando las manos por mi rostro- siento que esto pasara. Créeme que jamás quise tirarte el auto encima-.
- No creo que seas de ese tipo de gente que anda matando así porque sí- se encogió de hombros restándole importancia al asunto-. No te preocupes, castaña. A veces las cosas se nos van de las manos-.
- Si pero... pude hacerte daño.
- Pero no lo hiciste, y ya no estoy molesto. Calla y ven a tomar un café conmigo-.
Sonreí aún algo aturdida y subí a mi auto, algo nerviosa, ¿Qué pasaba si me hacía algo malo?
- Sube- murmuré con la garganta apretada y presioné mis manos con fuerza sobre el volante-.
- No te haré nada- su fragancia masculina llenó el reducido espacio cuando cerró la puerta-.
- ¿Cómo puedo estar segura que no quieres una venganza?
- Tú no puedes estar segura, pero yo sí. No te haré nada, lo juro- sus ojos se encontraron con los míos y vi sinceridad-.
- Bien- con algo de duda comencé a conducir por las concurridas calles de la ciudad. Todo era tan amplio y complicado que fácilmente podrías perderte-.
Mis manos temblaban levemente y mi respiración estaba irregular.
- ¿Cuál es tu nombre?- preguntó de repente, mientras apoyaba su codo en el marco de la ventana y miraba las calles mientras avanzábamos-.
- Alexia- respondí sin más.
No entiendo por qué quiere saber mi nombre, no nos veremos más y es algo innecesario. - No suelo oírlo muy a menudo- comentó, sentí su mirada en mi perfil mientras yo iba concentrada en el camino-.
- Me lo han dicho- respondí algo borde, no quería entablar conversaciones con alguien que recién venía conociendo, soy algo desconfiada en todo tipo de situaciones-.
- Soy Matt- volteó su mirada nuevamente mientras lo miraba de reojo-.
- Un gusto.
En realidad, no lo era, ¿Qué modo de conocer a alguien era esta?
- Tú me guías, soy nuevo aquí- comentó mirando con atención cada una de las tiendas y locales-.
- Por aquí cerca hay una cafetería.
Luego de unos minutos estacioné fuera de "Love Coffee" cafetería famosa de la ciudad, y apagué el motor.
Entramos y nos sentamos en una elegante mesa con un bonito diseño.
- Bonito lugar- soltó mientras miraba detalladamente los adornos de la cafetería-.
- Si, es uno de los más famosos de aquí.
- Ya veo.
Nos quedamos en silencio, no teníamos de que hablar, así que tomé mi celular disimulando ver mensajes.
- ¿Qué van a pedir?- una voz femenina me hizo guardar el aparato y levantar la vista-.
- Un frappe de oreo y un pie de limón, por favor- respondí mientras ella anotaba el pedido en una pequeña libretita-.
- Lo mismo- comentó Matt con su mirada clavada en su celular-.
- Bien, en seguida les traigo su pedido-.
Mientras se marchaba divisé nuevamente al chico frente a mí y detallarlo con más atención; sus ojos color miel, cabello castaño, tatuaje pequeño en el cuello, labios carnosos y rosados, y mandíbula definida.
Sus ojos de pronto subieron a los míos, mirándome con diversión, mordió su labio, con malicia en su mirada y entrecerró sus ojos y una sonrisa torcida apareció en su rostro.
- ¿Se te perdió algo por aquí?- mordió el interior de su mejilla y se inclinó apoyando sus codos sobre la mesa-.
- ¿Eh? ¿Qué? ¡No!- musité con prisa, algo avergonzada- No sé de que hablas-.- Haré como que no te vi mirándome como boba durante un largo rato.
- Oh, y encima saliste egocéntrico.
- Solo digo lo que vi.
- Solo cállate- bebió de su frappe mientras me echaba miradas de reojo con sus ojos llenos de burla-.
Al terminar de comer y beber, pagamos y salí adelantándome a paso apresurado subiéndome a mi auto, al subirse él comencé a conducir nuevamente en una dirección que aún desconocía.
—¡¿MUERTO?! Al escuchar aquella noticia, es inevitable que rompa en llanto. Me negaba a pensar que luego de tanto luchar para estar juntos, el destino se empeñará en separarnos nuevamente y para siempre. Me ciego ante la idea de perderlo, al punto de olvidarme por completo del dolor que debía estar sintiendo Romina tras recibir la noticia de que su padre estaba muerto. En ese momento, pienso en que tal vez, no sea él. Sino…¡Sí! Quizás suene cruel de mi parte, pero Emilio, no podía estar muerto. ¡Él no! Román acelera el coche, sigue la ruta que muestra el GPS y en unos pocos minutos llegamos a aquel lugar solitario. Alrededor del galpón, hay varias patrullas custodiando el lugar, bajo del auto y corro hacia el detective Ramírez.—Dígame que no, que Emilio no está muerto, —Le suplico y me dejo caer de rodillas sobre la grama. —Sra Ferrer, levántese por favor. Lloro desconsolada, el dolor que siento es tal, que no alcanzo a escuchar lo que me dice. —El Sr Emilio, est
En tanto, Enzo decide reunirse esa misma tarde con su ex amante para ofrecerle el resto de su porcentaje en la empresa, sin imaginar las verdaderas razones por las que ella le pidió verse a solas en aquel extraño lugar. Enzo baja del coche, camina hacia el galpón, rápidamente es atacado por la espalda y llevado al interior de aquel lugar. El pelirrubio abre sus ojos un tanto aturdido por el golpe en la nuca. Está atado a una silla, a lo lejos reconoce a uno de los hombres de Luciano Torreli, quien lo mira de forma burlona. —Nos volvemos a ver, Enzo. —Jódete, imbécil —dice y recibe un puñetazo en el rostro que le hace sangrar por la boca. —Ya veremos que tanto te dura la hombría ahora que el jefe venga a verte. Enzo escupe, y le sonríe. Lo que Torreli pueda hacer con él, es lo que menos le importa. Lo único que verdaderamente le preocupa en ese instante, es el destino que le aguarda a Romina y a su bebé, si Torreli lo mata.Luciano, con su presencia temible, está decidido,
Emilio queda estupefacto al mirar lo hermosa que se ve, su amada esposa esa noche. Rebecca, en cambio no puede creer lo que ven sus ojos. —¡Oh por Dios! —Se lleva las manos a la boca— Te operaste. —sus ojos se vuelven cristalinos.—Sí, así es. —contesta, sonriendo.Ella termina de bajar las escaleras, ambos se abrazan y se unen en un beso tierno que poco a poco se vuelve, intenso y apasionado. Van hasta el comedor, brindan, sonríen y comparten aquel momento perfecto. Rebecca y Emilio se sienten cada vez más seguros de sus sentimientos. Poco a poco las sombras de los celos y las mentiras se deshacen en medio de las llamas del amor. Luego de la cena, suben hasta la habitación de Sofía para darles la gran noticia. Tanto Yolanda como la niña, sonríen de felicidad y emoción. Aquel instante es propicio para desvendar algunas verdades. Yolanda asume su responsabilidad, pidiendo a Emilio y Rebecca que la dejen a solas con su hija.—¿Estás segura madrina? —pregunta la pelicastaña.
Durante los días siguientes, Rebecca se ocupa en dirigir todo lo relacionado en la mansión, para Mercedes aquello resulta humillante. No soportaba la presencia de la esposa de su patrón. Ver que nuevamente se había salido con la suya, la llena de ansiedad y enojo. —Haría lo que fuera por verla hundida. —murmura. —¿Qué dices, Mercedes? —pregunta Sol, mientras recoge la mesa. —Qué termines de hacer lo que haces. Aún quedan muchas cosas por hacer, ¿no escuchaste a la nueva patrona? —refiere con sarcasmo. —Deja de andar de ardida, Mercedes; la Sra Rebecca es una mujer increíble, deberías dedicarte a conocerla y no a ser su enemiga.—Es lo que quiere hacerle ver a todos, pero estoy segura de que no es ninguna santa. —Deja ya en paz a la señora, Rebecca. Como lo dices hay muchas cosas por hacer aún. El Sr Emilio regresa esta noche y hay que preparar una cena especial. —No tienes que recordarme lo que debo hacer, aquí la ama de llaves soy yo. —Estás insoportable hoy, Mercedes
Rebecca sale apresuradamente de la mansión, le pide a Nacho que la lleve hasta el apartamento de su amiga. Minutos más tarde, se encuentra frente a la puerta, toca el timbre reiteradas veces, sin obtener respuesta. Su corazón late acelerado imaginando la más de las nefastas situaciones. —Romina, por favor, ábreme. —grita desde afuera. Minutos antes, cuando habló con su amiga, la sintió bastante mal, fue por ello que sin dudarlo decidió ir a verla. Finalmente la puerta se abre, ambas chicas se ven y se abrazan. —Por Dios, Romina. ¿Cómo me haces esto? —recrimina angustiada.—Perdóname Rebecca, no sabía a quién recurrir. —dice entre sollozos.— No debí hacerte venir hasta acá.—No te preocupes, eres mi amiga y no podía dejarte sola. —Eres realmente maravillosa, ahora entiendo porque todos los hombres te aman.—¿De dónde sacaste eso? —interroga.—Escuché algunas de las cosas que Enzo te dijo, vi en sus ojos que claramente está enamorado de ti, Rebecca. —responde con pesar.
—¿Ocurre algo doctor? —interroga Emilio al verlo callado y pensativo.—No. No tienes de que preocuparte. Todo salió muy bien. La operación ha sido exitosa. —dice Borjas sintiendo un alivio momentáneo, pero sin dejar de pensar en Rebecca. —¿Puedo verme? —pregunta, ansioso y preocupado. Una mezcla de ansiedad y expectativa, lo invade.—Sí, por supuesto. —Borjas le hace una señal a la enfermera para que traiga el espejo.— Vas a notar algunas zonas un tanto enrojecidas e hinchadas, eso se debe a lo delicada que estaba tu piel. —Le advierte. La enfermera ese acerca a él, le sonríe amablemente.—¡Tenga, Sr Ferrer! —dice y Emilio apenas, le devuelve una sonrisa para agradecerle. Su mente está centrada en un sólo pensamiento: su rostro. La enfermera –con un gesto suave– le entrega el espejo. En ese instante, el corazón de Emilio se acelera, late con rapidez, mientras las manos comienzan a sudarle copiosamente.Con manos temblorosas, Emilio sostiene el espejo frente a él. La luz le i
Último capítulo