SINOPSIS Rebecca es una joven trabajadora que luego de la muerte de su madre, se ve obligada a hacerse cargo de su padre enfermo y su hermanita Sofía. La delicada salud de su padre, la obliga a firmar un contrato de matrimonio con Emilio Ferrer, el hermano de Enzo Ferrer, el CEO de la empresa donde Rebecca trabaja. Un extraño misterio rodea la vida de Emilio Ferrer, quien luego de un trágico accidente en el que muere su hermana Emma, se transforma en un hombre cruel y déspota. Rebecca vivirá un infierno al lado de aquel monstruo. ¿Podrá Rebecca controlar sus sentimientos hacia Emilio Ferrer? ¿Logrará con su amor recuperar al Emilio que era antes de aquel trágico accidente? ¡Misterios, intrigas y pasión envuelven esta historia!
Leer más—¡Firme el contrato! —me ordena con voz firme, el hombre trajeado elegantemente.
—¿Quiero saber con quién me caso? —pregunto en voz alta. El hombre me mira con enojo, luego ladea su boca con una sonrisa impregnada de arrogancia. —¿Cambiará en algo que lo sepa? —interroga haciendo una mueca de disgusto.— ¿Tan condicionado es el amor y la abnegación que siente por su padre? —agrega. Sin más opciones, que la de firmar aquel documento, me resigno a aceptar el contrato. —Está bien, firmaré. —tomo la plumilla dorada estampo mi nombre, luego colocó con firmeza el bolígrafo sobre la mesa y deslizó hacia él, la carpeta donde reposa el contrato. —Perfecto, recibirá el dinero en apenas unos minutos. —dice y me entrega un sobre blanco pequeño.— Allí tiene su boleto de avión y una tarjeta a su nombre para los gastos básicos que necesite durante el vuelo. —¿Boleto de avión? ¿Pero de qué está hablando? No dice por ningún lado que debo viajar a otro lugar. —refuto. —Aceptó casarse con mi hermano, entonces al ser su futura esposa, debe estar donde él esté. ¡Es parte del contrato! —esgrime; luego hace una breve pausa— Bueno eso si realmente le importa salvar a su padre —afirma risueño sumándole más presión a mi angustia. —Es usted un ser insensible y detestable. —espeto y su sonrisa se desvanece en el acto. —Tenga cuidado con lo que dice, puedo deshacer el contrato en un par de minutos y no sólo perderá la oportunidad de salvar a tu padre, sino que la echaré a la calle. Sus palabras me obligan a tragarme la poca dignidad que me queda. —El vuelo está pautado para esta misma noche. —dice mientras guarda la carpeta y cierra cuidadosamente su maletín.— ¿Entendido? —Pero… —antes de que yo termine de hablar, se gira, me da la espalda y sale dejándome con la palabra en la boca del piso donde alquilo. Me siento en el sofá de dos puestos y cubro mi rostro con mis manos. Es imposible explicar lo que siento en ese momento, las lágrimas se deslizan incontenibles sobre mis mejillas sin poder evitarlo. Era eso o dejar que… El móvil suena una y otra vez, lo tomó de encima de la mesa de centro; es el médico de mi padre, seco mis lágrimas y atiendo la llamada. —Sí doctor, dígame. —Se nos acaba el tiempo, Rebecca. —No se preocupe Dr Manrique, en una hora estaré allí con el dinero. —Me alegra que lo hayas conseguido. —¡Sí! —contesto en un hilo se voz que se hace cada vez más delgado. —Mandaré a prepararlo todo para la operación. Te estaré esperando. —Gracias doctor. Allí estaré sin falta. Finalizo la llamada. Me llega una notificación del banco en la que muestra que acabo de recibir dinero en mi cuenta bancaria. Ese dinero es justo para cancelar los gastos de la operación que mi padre necesita. No sé a qué costo pude vender mi dignidad, pero como lo dijo ese hombre, soy una hija abnegada, se trata de mi padre y yo, yo estoy dispuesta a todo por salvarle la vida al costo que sea, incluso a costas de mi propia felicidad. Me levanto del sofá y voy hasta mi habitación. Siento mi rostro acartonado por las lágrimas, no he parado de llorar desde anoche cuando mi padre se desvaneció frente a mis ojos. En ese preciso instante, pensé que lo perdería y eso me ha obligado a aceptar aquella propuesta. Un mes atrás… —Srta Cervantes, venga a mi oficina —me indica el CEO de la empresa en la que llevo dos meses trabajando. —Dígame Sr Ferrer. —Siéntate —responde parcamente sin dejar de mirarme de pie a cabeza.— ¿Cómo sigue tu padre? —me pregunta. –Él sabe que he tenido que ausentarme de la empresa en dos oportunidades por la delicada situación de salud de mi padre. —Recuperándose, señor. —Le respondo, me observa en silencio esperando que continúe mi relato.— El médico me ha dicho que debe operarse lo antes posible, pero no tengo esa cantidad de dinero para la operación. —¡Hummm! —exclama mientras acaricia su mentón con su mano.— ¿Qué estarías dispuesta a hacer para salvarle la vida, Rebecca? —Me pregunta. —Lo que sea, Sr Ferrer. Sé que llevo poco tiempo trabajando en su empresa, y también que apenas soy una simple empleada de limpieza, pero la verdad es que me gradué como psicóloga y no he conseguido empleo. Si usted me diera- —¿Psicóloga? ¿Quién en este mundo actual estudia algo como eso? —me interrumpe usando un tono despectivo, lo cuál me enoja. —Estudié lo que me gustaba señor, una carrera con la cual ayudar a otra personas en cuestiones emocionales. —¡Jajajaja! —su risa estruendosa me irrita aún más. —¿Qué le parece tan gracioso, eh? —No te enojes, linda. Realmente en pleno siglo de la era digital y tecnológica, nadie estudia algo así. Pero bien —se pone de pie y camina hacia mí— lo que quiero proponerte es algo que tal vez pueda ayudarte con lo de tu padre. —se detiene frente a mí, se recuesta del escritorio y me mira fijamente. Cubro mi pecho con mi mano al ver sus ojos puestos sobre el escote de mi uniforme. —¿Proponerme? ¿Cómo qué? —pregunto elevando mi rostro e irguiendo mi pecho. –Si algo me ha enseñado mi padre es a tener dignidad. —Bien… mi hermano, el jefe de esta empresa necesita una esposa y pienso que serías una buena opción. —¿Qué dice? ¿De qué está hablando? —Tú necesitas un dinero que yo puedo pagarte. Mi hermano necesita una esposa. ¿Qué tantas explicaciones necesitas para aceptar esta propuesta? —No soy una mujer que se vende al mejor postor. —esgrimo en defensa de su ataque inmoral. —La dignidad no sirve de nada, Rebecca; menos cuando se trata de salvar la vida de quienes amamos —refiere. —Mi padre es todo para mí, pero no aceptaré venderme. —Como quiera señorita. Veo que para usted hay cosas más importantes. —¡Así es, Sr Ferrer! Ahora con su permiso. Salgo de la oficina totalmente aturdida. Aunque mi padre esté enfermo no puedo aceptar aquella propuesta. Eso sería ir en contra de mis principios y también una forma de fallarle al único hombre que lo ha dado todo por mí sin pedirme nada a cambio. Sin embargo, la vida me llevaría a hacer lo que menos deseaba, venderme al mejor postor. *** Termino de arreglarme, tomo mi bolsa y salgo del edificio. Afuera está estacionado el taxi, subo al auto y me distraigo con el paisaje mientras me dirijo al hospital. Sólo espero que la operación sea rápida y pueda ver a mi padre antes de salir de la ciudad. —Doctor, aquí estoy. —me paro frente a él. —Rebecca, ya está todo listo. —coloca su mano sobre mi hombro— Pase por administración para que llene los datos y podamos ingresar a su padre al quirófano, cada minuto que perdamos cuenta para salvarlo. —Sí, doctor. Ahora mismo lo hago. Camino por el largo pasillo, llego a la taquilla de administración donde me recibe la recepcionista. Me entrega la planilla y comienzo a llenarla. —Debe firmar ambas páginas, señorita —Me devuelve el documento y estampo por segunda vez mi firma. —Gracias —dejo el bolígrafo sobre la superficie de mármol y arrastro el documento hacia ella. Voy hasta la sala de espera, tomo asiento. Las horas pasan indetenibles, veo mi reloj y aún no sé nada de mi padre. Comienzo a sentirme angustiada y ansiosa. Algo debe estar pasando. Se supone que serían apenas dos horas y ya han transcurrido cuatro. Un extraño escalofrío me recorre por completo. Me levanto del asiento y camino hacia la puerta del quirófano. Amago a tocar la puerta frente al hablador que claramente dice: Zona restringida. La puerta se abre abruptamente, la enfermera sale angustiada y por el altoparlante escucho que solicitan a otro médico. “Dra Correia se le solicita en el área de emergencia. Dra Correia apersonarse con urgencia.” En ese instante todo es confusión, personas entran y salen de sala de cirugía. —¿Qué está pasando, señorita? —Me acerco a una de las enfermeras, quien me mira con preocupación. —Ha surgido una complicación. —responde parcamente y se aleja dejándome con un nudo en la garganta. Intento ver hacia dentro del quirófano pero la puerta se cierra ante mis ojos. —Dios —clama mi voz— Cuida de mi padre, te lo ruego. Me regreso al asiento. Veo el reloj, en un par de horas debo estar en el aeropuerto para chequear mi boleto. Sin embargo, lo único que me importa en ese instante, es estar con mi padre. Apoyo mi rostro en mis manos, mis piernas se mueven de un lado a otro de forma ansiosa. Veo una sombra parada frente a mí, levanto el rostro. —¿Sr Ferrer? —murmuro con asombro. —Es hora de irte. —me sujeta del brazo y me levanta. —¿Qué está haciendo? No puedo irme aún, mi padre está en el quirófano. —Firmaste un acuerdo y debes cumplirlo. —No me iré sin saber como está mi padre. —advierto con firmeza. El hombre chasquea sus dedos y dos guardaespaldas me sujetan de los brazos obligándome a salir a rastras del hospital…—¡¿MUERTO?! Al escuchar aquella noticia, es inevitable que rompa en llanto. Me negaba a pensar que luego de tanto luchar para estar juntos, el destino se empeñará en separarnos nuevamente y para siempre. Me ciego ante la idea de perderlo, al punto de olvidarme por completo del dolor que debía estar sintiendo Romina tras recibir la noticia de que su padre estaba muerto. En ese momento, pienso en que tal vez, no sea él. Sino…¡Sí! Quizás suene cruel de mi parte, pero Emilio, no podía estar muerto. ¡Él no! Román acelera el coche, sigue la ruta que muestra el GPS y en unos pocos minutos llegamos a aquel lugar solitario. Alrededor del galpón, hay varias patrullas custodiando el lugar, bajo del auto y corro hacia el detective Ramírez.—Dígame que no, que Emilio no está muerto, —Le suplico y me dejo caer de rodillas sobre la grama. —Sra Ferrer, levántese por favor. Lloro desconsolada, el dolor que siento es tal, que no alcanzo a escuchar lo que me dice. —El Sr Emilio, est
En tanto, Enzo decide reunirse esa misma tarde con su ex amante para ofrecerle el resto de su porcentaje en la empresa, sin imaginar las verdaderas razones por las que ella le pidió verse a solas en aquel extraño lugar. Enzo baja del coche, camina hacia el galpón, rápidamente es atacado por la espalda y llevado al interior de aquel lugar. El pelirrubio abre sus ojos un tanto aturdido por el golpe en la nuca. Está atado a una silla, a lo lejos reconoce a uno de los hombres de Luciano Torreli, quien lo mira de forma burlona. —Nos volvemos a ver, Enzo. —Jódete, imbécil —dice y recibe un puñetazo en el rostro que le hace sangrar por la boca. —Ya veremos que tanto te dura la hombría ahora que el jefe venga a verte. Enzo escupe, y le sonríe. Lo que Torreli pueda hacer con él, es lo que menos le importa. Lo único que verdaderamente le preocupa en ese instante, es el destino que le aguarda a Romina y a su bebé, si Torreli lo mata.Luciano, con su presencia temible, está decidido,
Emilio queda estupefacto al mirar lo hermosa que se ve, su amada esposa esa noche. Rebecca, en cambio no puede creer lo que ven sus ojos. —¡Oh por Dios! —Se lleva las manos a la boca— Te operaste. —sus ojos se vuelven cristalinos.—Sí, así es. —contesta, sonriendo.Ella termina de bajar las escaleras, ambos se abrazan y se unen en un beso tierno que poco a poco se vuelve, intenso y apasionado. Van hasta el comedor, brindan, sonríen y comparten aquel momento perfecto. Rebecca y Emilio se sienten cada vez más seguros de sus sentimientos. Poco a poco las sombras de los celos y las mentiras se deshacen en medio de las llamas del amor. Luego de la cena, suben hasta la habitación de Sofía para darles la gran noticia. Tanto Yolanda como la niña, sonríen de felicidad y emoción. Aquel instante es propicio para desvendar algunas verdades. Yolanda asume su responsabilidad, pidiendo a Emilio y Rebecca que la dejen a solas con su hija.—¿Estás segura madrina? —pregunta la pelicastaña.
Durante los días siguientes, Rebecca se ocupa en dirigir todo lo relacionado en la mansión, para Mercedes aquello resulta humillante. No soportaba la presencia de la esposa de su patrón. Ver que nuevamente se había salido con la suya, la llena de ansiedad y enojo. —Haría lo que fuera por verla hundida. —murmura. —¿Qué dices, Mercedes? —pregunta Sol, mientras recoge la mesa. —Qué termines de hacer lo que haces. Aún quedan muchas cosas por hacer, ¿no escuchaste a la nueva patrona? —refiere con sarcasmo. —Deja de andar de ardida, Mercedes; la Sra Rebecca es una mujer increíble, deberías dedicarte a conocerla y no a ser su enemiga.—Es lo que quiere hacerle ver a todos, pero estoy segura de que no es ninguna santa. —Deja ya en paz a la señora, Rebecca. Como lo dices hay muchas cosas por hacer aún. El Sr Emilio regresa esta noche y hay que preparar una cena especial. —No tienes que recordarme lo que debo hacer, aquí la ama de llaves soy yo. —Estás insoportable hoy, Mercedes
Rebecca sale apresuradamente de la mansión, le pide a Nacho que la lleve hasta el apartamento de su amiga. Minutos más tarde, se encuentra frente a la puerta, toca el timbre reiteradas veces, sin obtener respuesta. Su corazón late acelerado imaginando la más de las nefastas situaciones. —Romina, por favor, ábreme. —grita desde afuera. Minutos antes, cuando habló con su amiga, la sintió bastante mal, fue por ello que sin dudarlo decidió ir a verla. Finalmente la puerta se abre, ambas chicas se ven y se abrazan. —Por Dios, Romina. ¿Cómo me haces esto? —recrimina angustiada.—Perdóname Rebecca, no sabía a quién recurrir. —dice entre sollozos.— No debí hacerte venir hasta acá.—No te preocupes, eres mi amiga y no podía dejarte sola. —Eres realmente maravillosa, ahora entiendo porque todos los hombres te aman.—¿De dónde sacaste eso? —interroga.—Escuché algunas de las cosas que Enzo te dijo, vi en sus ojos que claramente está enamorado de ti, Rebecca. —responde con pesar.
—¿Ocurre algo doctor? —interroga Emilio al verlo callado y pensativo.—No. No tienes de que preocuparte. Todo salió muy bien. La operación ha sido exitosa. —dice Borjas sintiendo un alivio momentáneo, pero sin dejar de pensar en Rebecca. —¿Puedo verme? —pregunta, ansioso y preocupado. Una mezcla de ansiedad y expectativa, lo invade.—Sí, por supuesto. —Borjas le hace una señal a la enfermera para que traiga el espejo.— Vas a notar algunas zonas un tanto enrojecidas e hinchadas, eso se debe a lo delicada que estaba tu piel. —Le advierte. La enfermera ese acerca a él, le sonríe amablemente.—¡Tenga, Sr Ferrer! —dice y Emilio apenas, le devuelve una sonrisa para agradecerle. Su mente está centrada en un sólo pensamiento: su rostro. La enfermera –con un gesto suave– le entrega el espejo. En ese instante, el corazón de Emilio se acelera, late con rapidez, mientras las manos comienzan a sudarle copiosamente.Con manos temblorosas, Emilio sostiene el espejo frente a él. La luz le i
Último capítulo