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Tres días para morir: La mujer que aprendió a ceder

Tres días para morir: La mujer que aprendió a ceder

El médico fue claro: sin el tratamiento experimental más avanzado, solo me quedarían setenta y dos horas de vida. Pero mi esposo, Carlos Duque, entregó a Viviana Mendoza la única plaza disponible para el tratamiento. —Su insuficiencia renal está muy avanzada. —Me explicó. Asentí y me tragué esas pastillas que solo acelerarían mi muerte. En el tiempo que me restaba, hice muchas cosas. Durante la firma, el abogado no podía controlar el temblor de sus manos. —Doscientos millones de dólares en acciones... ¿está segura de que quiere transferir todo? —Sí, todo para Viviana Mendoza —confirmé. Mi hija, Camila, reía dichosa en los brazos de ella. —¡Mami Viviana me compró un vestido precioso! —Te queda hermoso, cariño. Ahora tienes que hacerme caso solo a mí —le dijo. Esa galería que había construido con mis esfuerzos lucía el nombre de Viviana en la entrada. —Mariana, tienes un corazón de oro —me decía entre lágrimas. —Sé que la vas a manejar mucho mejor que yo —le respondí. Hasta, incluso, renuncié al fondo fiduciario de mis padres firmando los papeles. Carlos mostró una sonrisa genuina que no le había visto en años. —Has cambiado tanto. Ya no eres tan confrontativa. Te ves bella así. Exacto, ya en mi lecho de muerte me había convertido en la «Mariana perfecta» que ellos siempre quisieron: la Mariana, obediente, desprendida, que ya no peleaba por nada. Igual, la cuenta regresiva de setenta y dos horas estaba en marcha. Me daba curiosidad saber qué iban a recordar de mí cuando mi corazón dejara de latir. ¿A esa esposa ejemplar que «aprendió a ceder», o a una mujer que utilizó su muerte para ejecutar su venganza maestra?
Cuento corto · Romance
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De su chica a la princesa de la mafia

De su chica a la princesa de la mafia

En el Upper East Side de Nueva York vivían dos herederos: uno, un fanático de la velocidad que se adueñaba de las pistas de carreras; el otro, un genio de las finanzas que movía capitales a su antojo. Venían de familias igual de poderosas y, aunque sus personalidades eran opuestas, crecieron juntos y cada uno veía en el otro a su único amigo incondicional. Se habían peleado por mujeres, habían discutido a gritos por apuestas en las carreras... y aun así, a los quince años coincidieron por primera y única vez en algo: llevar colgado un pin de cobre sencillo, con una "M" grabada de forma apenas visible en la parte trasera. Era una pieza que Mía había hecho casi sin pensar, en una clase de manualidades, sin que nadie en el salón supiera quién era en realidad. Ellos, en cambio, llevaron ese pin durante diez años. Ni en un podio de Fórmula 1, ni cerrando una inversión millonaria en la Bolsa... jamás se lo quitaron. Hasta que apareció Elena. La hija consentida de un nuevo magnate, que les cosió a mano un parche de tela con hilo dorado. Simple, como esos que en un tianguis o feria venden tres por un dólar. Pero, sin decir una palabra, ambos se quitaron el pin de cobre y se pusieron el parche nuevo. Mía no comentó nada. Solo guardó en silencio una vieja fotografía de ellos que había recortado de un periódico. Esa noche, llamó a su padre en Sicilia. Su voz sonó tranquila, firme: —Papá... acepto la alianza matrimonial.
Cuento corto · Mafia
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Ya No Seré Tu Herramienta Perfecta

Ya No Seré Tu Herramienta Perfecta

La noche que nombraron a Lorenzo jefe de la familia Martín, le entregué mi virginidad. Él era el heredero al que me habían prometido desde antes de saber hablar. Nos besamos contra las ventanas panorámicas, enredados en el calor húmedo del crepúsculo... Sus manos ásperas y urgentes me lastimaron, pero no me aparté. Hasta el dolor se sintió sagrado; ese era un sacrificio que estaba dispuesta a hacer por amor. Perdido en el calor del momento, me prometió unos hermosos zapatos de cristal, para que, al día siguiente, bailara con él el vals inicial en su ceremonia de coronación. El primer baile siempre estaba reservado para el nuevo jefe y su futura esposa. Lloré de alegría, creyendo que mis años de anhelo secreto y espera paciente finalmente culminarían en un final de cuento de hadas. Pero estaba equivocada. ¡Terriblemente equivocada! A la mañana siguiente, arrastré mi cuerpo adolorido para comprar su espresso favorito, solo para escuchar a escondidas cómo los muchachos bromeaban al regresar: —Así que al fin te comiste la cereza de la familia, ¿eh? ¿Cómo estuvo Viviana en tu primera noche como jefe? La voz de Lorenzo al responder era perezosa y a la vez burlona: —Ella tiene cara de ángel y cuerpo de diabla. Es una zorra ardiente en la cama. La habitación estalló en silbidos obscenos. —Jefe, entonces, ¿de verdad te vas a casar con ella? —¿Estás hablando en serio? —resopló Lorenzo con desdén—.Viviana para mí solo fue una práctica en la intimidad. Una vez que practique lo suficiente, iré a domar a la princesa de hielo de los Falcón. Cuando me aburra, siempre puedo volver y casarme con ella. Me quedé petrificada en el umbral, la visión se me nublaba y la taza de café temblaba en mis manos. Antes de que el mundo se oscureciera por completo, le envié un mensaje cifrado al Don: —Señor Román, consígame un traslado para el ascenso en tres días. Qué esté lo más lejos posible de Lorenzo.
Cuento corto · Mafia
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De Simple Sustituta a Marca del Alfa

De Simple Sustituta a Marca del Alfa

—Padre, acepto la alianza matrimonial con la Manada Bosque Negro. Hubo un largo silencio al otro lado del enlace antes de que finalmente respondiera: —Caterina, ¿estás segura? —Sí. No le dije la verdadera razón. La noche anterior, una agonía desgarradora se apoderó de nuestro vínculo de compañeros destinados. A través de ese maldito vínculo, lo vi todo... Mi compañero, el Alfa Rocco, estaba en la cabaña de sus terrenos privados de caza, empujando a su amiga de la infancia, Scarlett, contra la pared y besándola con desesperación. En la reunión de la manada, me enfrenté directamente a Scarlett y un destello de triunfo se comenzó a ver en sus ojos antes de que comenzara a fingir inocencia. —Caterina, no tengo idea de lo que estás hablando. Justo entonces, la voz de Rocco resonó a través del enlace mental abierto, alcanzando las mentes de todos los presentes. —Caterina, como Luna de la manada, no deberías hacer una escena así. Scarlett solo es una amiga. En ese momento, mi corazón murió por completo. Él era mi Alfa, mi esposo, el hombre al que había ayudado a ascender al poder durante años. Rompí mi enlace mental con Rocco. El dolor de la desconexión forzada fue tan intenso que apenas podía mantenerme en pie, pero enderecé mi espalda y le envié mi respuesta. —Volveré a casa en dos semanas. “Volveré a casa y me casaré con el Alfa más poderoso de América del Norte.” Pensé. Decían que era frío y despiadado, inmune a cualquier loba, lo cual era perfecto para mí. No necesitaba amor. Solo necesitaba a un Alfa lo suficientemente fuerte como para ayudarme a asegurar la Manada Luna Plateada. Y, ¿qué iba a pasar con Rocco? La Diosa Lunar nos dio un destino, y él lo destruyó con sus propias manos. A partir de ese momento, tomaría el mío.
Cuento corto · Hombres Lobo
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Nunca seremos nosotros

Nunca seremos nosotros

La víspera de la boda, mi novio le envió un mensaje a su antiguo amor. —Eres la única con la que siempre soñé casarme. La boda se acercaba, mientras yo lo veía correr de un lado a otro, organizando todo según los gustos de su amante. Viendo esto, me dejé llevar. Porque ni la boda ni él ya no significaban nada para mí.
Cuento corto · Romance
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Cuando dejé de amarte

Cuando dejé de amarte

—Señora González, los estudios confirman que padece cáncer de páncreas en fase terminal.. Si suspende el tratamiento, quizá le quede menos de un mes. ¿De verdad está dispuesta a renunciar? ¿Su esposo, el señor González, también lo acepta? —Sí… él también estará de acuerdo. Colgué la llamada del médico y recorrí con la mirada la casa vacía; una amargura espesa me llenó el pecho. Pensaba que era solo aquel viejo dolor de estómago… y resultó ser cáncer. Suspiré y miré la foto sobre la mesa: Ernesto González, con dieciocho años, me observaba con devoción. Aún recordaba aquel día en que los copos de nieve se asentaron en nuestro cabello y él, sonriendo, preguntó si eso ya contaba como envejecer juntos hasta las canas.
Cuento corto · Romance
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Me Regaló un Hijo, Yo Le Regalé una Salida

Me Regaló un Hijo, Yo Le Regalé una Salida

Mi esposo, Diego, dejó embarazada a su exnovia, Sofía, quien padecía una enfermedad terminal. Dijo que era para cumplirle su último deseo de ser madre. El día que dio a luz, Valentina, la hermana de Diego, contrató una empresa de seguridad para vigilar el hospital, alegando que quería evitar que yo montara una escena. Valentina permaneció junto a la cama de Sofía. —No te preocupes, tengo gente apostada en la entrada. Si Elena se atreve a aparecer y causar problemas, haremos que la echen inmediatamente. Diego, al ver que yo no había llegado, soltó un suspiro aliviado. —Sofía, concéntrate solo en dar a luz a nuestro bebé para nazca sano. No te preocupes por nada más. Realmente creía que, como solo estaba cumpliendo el último deseo de su ex moribunda, yo no sería tan irracional como para armar un escándalo. Mirando al diminuto bebé sonrosado en sus brazos, me envió un mensaje: "Querida, hice esto por ti. Hice que ella diera a luz un hijo para nosotros, para que finalmente pudieras ser madre". Pensaba que mientras yo aceptara todo, ese niño se convertiría en mi máxima recompensa. Pero lo que él no sabía era que yo acababa de renunciar a mi residencia médica. En una semana, estaría en Karnea, trabajando como voluntaria en un proyecto de investigación biomédica. Era mi manera de decir adiós definitivamente, estaría a un mundo de distancia de Diego, para siempre. Sin embargo, tras mi partida, me buscó como un loco, suplicándome que volviera.
Cuento corto · Romance
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El Arrepentimiento De Mi Familia Tras Mi Partida

El Arrepentimiento De Mi Familia Tras Mi Partida

Mi padre adoptó a Serafina, la hija de una sirvienta omega que murió tratando de salvarnos. En menos de un año con la familia Blanco, ella se convirtió en la chica adorada por todos. No solo era mi padre quién la atesoraba como a una joya, mi compañero y mi hermano, también empezaron a preferirla antes que a mí. Cuando Serafina, «por accidente», dejó caer al fuego el collar que mi madre me heredó y este se vio reducido a cenizas, mi padre dijo que debíamos dejar el pasado atrás, y, luego, se deshizo de todo lo que le pertenecía a mi madre. Serafina incluso quiso arrebatarme el antídoto contra la plata que había desarrollado para honrar la memoria de mi madre, ya que ella había muerto por envenenamiento por plata. Para obligarme a entregarle mi investigación a Serafina, Damián, mi amor de la infancia y futuro compañero, llegó a amenazarme con cancelar nuestra ceremonia de apareamiento. Sin embargo, cuando dejé de pelear con Serafina y me fui de casa para siempre, todos se volvieron locos.
Cuento corto · Hombres Lobo
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Abandono a Mi Novio Infiel

Abandono a Mi Novio Infiel

Tras quedarme embarazada, el último deseo de mi madre, gravemente enferma, fue presenciar mi boda. Después rogarle durante 99 días a mi novio, William Jones, finalmente accedió, aunque yo apenas podía contener la esperanza y el miedo al mismo tiempo. Pero el día de la boda, vestida con mi traje de novia, esperé en el hotel durante todo el día como quien aguarda un milagro que nunca llega. Nunca apareció. La cruel verdad se reveló a la luz cuando alguien descubrió en las redes sociales una foto de su certificado de matrimonio...¡que había publicado un mes antes! Resultó que, un mes antes, ya se había casado con su amiga de la infancia, Carolina Aston. Al enterarse de la noticia, mi madre sufrió una crisis que, lamentablemente, la llevó a la muerte. William me envió un mensaje: “Lo siento, cariño. Carolina se ha torcido el tobillo y tengo que cuidarla.” “¿Qué te parece si volvemos a celebrar la boda el mes que viene? Esta vez te compensaré como te mereces.” Un mes después, William preparó una boda lujosa y grandiosa, esperándome en el hotel con un traje de alta costura. Pero lo único que recibió fue mi informe de aborto, un recordatorio frío y cruel de la traición. En el reverso del informe, solo había una frase: —William, adiós para siempre.
Cuento corto · Romance
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La Hija que Desearon No Haber Tenido

La Hija que Desearon No Haber Tenido

Antes de cumplir dieciocho, yo era la princesa adorada de la familia Moretti. Todo eso cambió en mi cumpleaños número dieciocho, cuando mi padre llegó a casa con una niña huérfana llamada Carina. —Ella necesita un hogar —dijo mi padre—. Tú la cuidarás, como a una hermana. A partir de ese instante, nada volvió a ser igual. Mi hermano, que antes me consentía, se volvió frío y distante. Y mi prometido… su amor por mí pareció reducirse de la noche a la mañana. La familia elogió a Carina por su dulzura y obediencia, asegurando que era una hija mucho mejor que yo, su propia sangre. Después de que me relegaron por Carina demasiadas veces, al final me quebré y agarré la manga de mi padre. —¿Acaso la sangre no significa nada? —pregunté. La furia de mi padre estalló. Protegió a Carina, con el rostro empapado en lágrimas, y delante de todos los miembros de la familia me abofeteó. —Basura egoísta. Ojalá nunca te hubiera tenido —escupió. —Traes vergüenza a esta familia —dijo mi hermano Marco con voz fría como un acero—. Lárgate. Y mi prometido, Vicente, me miró con decepción: —Si tan solo desde el principio me hubiera comprometido con Carina… —murmuró. Creyeron que me arodillaría a sus pies, como siempre hacía. Pero no dije nada. Caminé hasta la caja fuerte familiar, saqué los documentos oficiales y tracé una sola línea sobre mi nombre. Me quité el anillo de compromiso del dedo y lo puse en la mesa. Les di a Carina todas las cosas que ellos pensaban que yo no merecía. Al fin y al cabo, me quedaban solo unos pocos días de vida. Pero entonces no sabían que, en medio de la ruina de la familia Moretti, algún día se arrodillarían bajo la lluvia y suplicarían por mi regreso.
Cuento corto · Mafia
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