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Nunca seremos nosotros

Nunca seremos nosotrosES

Cuento corto · Cuentos Cortos
Luciana  Completo
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Resumen
Índice

La víspera de la boda, mi novio le envió un mensaje a su antiguo amor. —Eres la única con la que siempre soñé casarme. La boda se acercaba, mientras yo lo veía correr de un lado a otro, organizando todo según los gustos de su amante. Viendo esto, me dejé llevar. Porque ni la boda ni él ya no significaban nada para mí.

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Capítulo 1

Capítulo 1

—Hola, quiero volver a solicitar una plaza para la asignación al extranjero.

—¿No habías rechazado antes porque te ibas a casar? Esta vez son al menos tres años. Tu prometido te quiere tanto… ¿de verdad lo dejará ir? —Al otro lado del celular, la persona de Recursos Humanos sonó sorprendida.

—Él aceptará —respondió Camila Rivera con firmeza, aunque su voz estaba cargada de un dejo de amargura.

Diego Santoro la amaba. Todos lo sabían. Si tenía problemas de estómago, él le preparaba cada día comidas diferentes. Lloviera o tronara, la recogía de trabajo a tiempo. Si se enfermaba, aunque fuera un simple resfriado, no se separaba de ella ni un instante. Y, en cada aniversario o festividad, llegaban sorpresas cuidadosamente planeadas.

Por eso, cuando Camila supo que Isabela Ríos, el antiguo amor y amiga de la infancia de Diego, volvía al país, jamás sintió una pizca de inseguridad.

Sin embargo, se equivocó.

El día que Isabela regresó, Diego le pidió matrimonio delante de todos.

Camila lloró de alegría, pero esa misma noche recibió un mensaje anónimo. Era una captura de pantalla de un chat:

Diego: «Camila me ha acompañado por cinco años, no puedo no casarme con ella. Isabela, eres la única con la que siempre soñé casarme».

Al ver el mensaje, la sangre de Camila pareció enfriarse en sus venas.

Quiso enfrentar a Diego con la captura, pero no se atrevió… Tenía miedo de que esos cinco años hubieran sido una mentira, miedo de convertirse en un chiste.

Durante las siguientes dos semanas, el trato de Diego hacia ella no cambió ni un ápice.

Camila llegó a preguntarse si aquel mensaje era solo una broma.

Hasta hacía un momento, cuando recibió nuevas fotos:

En las imágenes, los ojos de Diego sonreían mientras acompañaba a Isabela a probarse vestidos de novia.

Y ahora resultaba que el vestido que Diego le había elegido a ella era exactamente el que mejor le quedaba a Isabela.

—¿Qué pasa, cariño?

Con los pensamientos en turbulencia, Camila miró a Diego en el asiento del conductor.

—¿Por qué tienes los ojos rojos? ¿No te gusta este vestido? Si quieres, regreso y te pruebas otro.

—No hace falta.

El auto se detuvo al borde de la carretera, mientras Diego la miraba, tenso.

—Dime qué hice mal, lo cambiaré. Sabes que no soporto verte triste.

Camila guardó silencio, incapaz de decir nada, mientras sentía su corazón atrapado por una mano invisible.

Todo aquello era falso.

El hombre que decía quererla con tanta pasión no era capaz de amar realmente a la persona a la que decía desear.

Un segundo después, sonó un celular y Diego cambió su expresión de golpe.

—Bebé, no llores, voy para allá.

—Cariño, ¿puedes regresar sola? Surgió un problema con Isabela, tengo que ir inmediatamente.

Camila abrió la puerta del auto en silencio y se encontró con la lluvia.

Justo cuando iba a tomar un paraguas, el auto arrancó con prisa y la salpicó de barro.

Se quedó mirando cómo desaparecía el carro y, de repente, comprendió que no tenía sentido preguntar lo que tanto le quemaba la garganta.

Hacerlo solo le serviría para humillarse a sí misma.

Camila caminó bajo la lluvia hasta su casa. Y, al entrar, le llegó un mensaje de Recursos Humanos:

«Tu boleto de avión está listo, prepárate.»

La partida sería en dos semanas, justo en el aniversario de su relación con Diego, el mismo día de su boda.

Camila tomó el calendario de cuenta regresiva de la boda que estaba sobre la mesa.

Arriba, había escrito una frase a mano:

«En el mejor momento, me casaré con quien más me ame».

Mentira.

Las lágrimas caían a raudales, emborronando sus palabras.

Ella y Diego se habían enamorado desde la universidad, y, al graduarse, Camila decidió quedarse en esta ciudad por él, renunciando a mejores oportunidades de trabajo.

Pero ahora, también por él, quería abandonar todo por completo.

Todos los sacrificios de Diego no eran otra cosa que la mayor humillación.

Camila ya no lo quería.
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