La víspera de la boda, mi novio le envió un mensaje a su antiguo amor. —Eres la única con la que siempre soñé casarme. La boda se acercaba, mientras yo lo veía correr de un lado a otro, organizando todo según los gustos de su amante. Viendo esto, me dejé llevar. Porque ni la boda ni él ya no significaban nada para mí.
Leer másContando los días, justo era la víspera de la boda de Diego y Camila.Diego estaba tenso, los labios temblándole, aterrorizado hasta el límite.—Ca… Camila… —balbuceó.Camila también sonrió.—Felicidades.La palabra que le rasgaron el pecho a Diego como cuchillos ensangrentados.Temblaba sin cesar. En ese instante comprendió con claridad absoluta:él mismo había destruido todo, y Camila ya no podía amarlo.—Diego, vámonos, todavía tenemos que alcanzar el avión —Isabela Ríos tomó de la mano a Diego.Camila giró para mirar a Isabela.—Parece que ya no tienes escapatoria.La calma de Isabela casi se resquebraja.Camila levantó un poco la comisura de los labios y repitió:—Felicidades.Dicho esto, se dio la vuelta y se marchó.Isabela había decidido hundirse con él; era su elección.Y elegir implicaba asumir todas las consecuencias.Camila aceleró el paso, sin querer hacer esperar a Ramiro Vega.Después de que Diego e Isabela regresaron al país, Camila dejó de prestarles atención, y Silvia
En la foto, Diego abraza a Isabela mientras el fotógrafo busca el ángulo perfecto.Camila envía los mensajes con calma, sin prisa."Yo tomé esta foto, el fotógrafo de las fotos de boda lo contraté yo.""Después, Isabela me mandó un mensaje de agradecimiento, diciendo que gracias a mí, las fotos salieron preciosas.""Diego, ¿seguro quieres que siga enviando pruebas?"La conversación se detiene con esos tres mensajes.Todas las bocas hábiles parecen haber sido selladas de golpe.Después de un largo silencio, Diego finalmente responde:"Camila, no tienes la culpa, fui yo quien la decepcionó."Camila lo observa con frialdad.Los arrepentimientos tardíos, cuando se han visto demasiado, solo provocan repulsión.Sin preocuparse por las reacciones de los demás, Camila sale del grupo.—Sácame también a mí, que esto es de dos.Mira a Ramiro y saca su cuenta también.Deja el teléfono a un lado; en su lugar, están las manos de Ramiro.Dedos entrelazados, y en su ceño se dibuja una sonrisa suave.E
Pero la que entra es Isabela.—Por fin despiertas… ¿no sabes cuánto me asustaste? —avanza rápidamente, entre lágrimas de alegría.Pero justo cuando intenta tomar la mano de Diego Santoro, él la aparta de un movimiento seco.—¿Cómo es que eres tú?El frío de la mirada de Diego atraviesa a Isabela, y su sonrisa se desvanece.—¿Quién esperabas que viniera? ¿Camila?—Te preparaste durante tres años, a punto de ascender a CEO, y por Camila, lo dejas todo atrás.—¿De verdad crees que Camila te va a corresponder, después de todo lo que dejaste?—¡Cállate! —el músculo de la sien de Diego se tensa—. Si no fuera por ti, nada de esto se habría arruinado.Isabela ríe, y pronto las lágrimas ruedan por sus mejillas.—¡Diego Santoro, todavía eres humano! Fuiste tú quien me provocó primero, fuiste tú quien me dijo que con Camila solo era responsabilidad… y que el único que de verdad quería casarse conmigo eras tú!Pero Diego no se inmuta.—Tampoco eres tan inocente. Desde el principio sabías que tu po
Diego no sabía de dónde había sacado un carro, pero cada mañana, cuando Camila iba a trabajar, él estaba afuera esperándola.Cuando Camila volvía a casa, su auto seguía estacionado en el patio, pasando la noche allí.Diego se encargaba personalmente de que cada comida le llegara caliente. Preparaba o mandaba traer incluso los snacks que a Camila le gustaban de antes, con mucho cuidado y atención, dejándolos en la puerta de su departamento.Pero sin excepción, Camila siempre los devolvía frente a él, dándoselos a cualquier otro.En apenas una semana, Diego perdió peso de manera evidente; su estado físico empeoraba a ojos vista.Cuando sus miradas se cruzaban, Diego se enrojecía, con los ojos suplicantes.Pero Camila desviaba la mirada enseguida, tratándolo como a un desconocido.No quería tener más relación con él, ni permitir que su presencia incomodara a Ramiro.Llegó la primera nevada, y la temperatura bajó drásticamente.Sabiendo que Camila sentía frío, Ramiro ya había encendido la
Ahora Diego parecía un perro perdido y humillado, pero Camila no sentía la menor compasión.—Tal como pensaste… ¿no lo sabías desde antes? —dijo, y al terminar de hablar, retiró la mirada y cerró la puerta de golpe.Ramiro estaba sentado en la mesa esperándola.Camila se acercó y él, con total naturalidad, le pasó los cubiertos.Ella sintió un leve temblor en los dedos.—¿Por qué no saliste antes? —preguntó.Eso no parecía propio de Ramiro. Desde que confirmaron su relación, él había proclamado su territorio; en la sucursal ya nadie ignoraba que Ramiro había venido al extranjero por ella.—Camila, yo también siento miedo —respondió Ramiro con una ligera sonrisa—, pero ahora ya no.—…¿Por qué?—Porque te conozco —dijo Ramiro con los ojos ardientes—. Sé que no volverás atrás. Acepto que ahora no me ames tanto, pero eres una persona responsable; con el tiempo me querrás más que a él. Yo valgo la pena.Un matiz extraño se abrió en el corazón de Camila, como un leve oleaje.—¿Por qué habla
—¡No me llames así, da asco!Diego retrocedió unos pasos tambaleándose antes de estabilizarse; de repente, sus ojos se enrojecieron.—Te expliqué lo de las fotos de la boda, era falso, ese día te dije que estaba de viaje de negocios.—No tengo nada con Isabela, la considero como una hermana; si no te gusta, no la volveré a ver.—¡Me ocultaste todo! Apenas me enteré de que estabas aquí, tomé un vuelo de diez horas para llegar.—Camila, te lo suplico, no puedes hacerme esto, no lo soportaré.Su voz temblaba, cargada de desesperación.Camila apretó los labios rojos, y un nauseabundo sentimiento se agitó en su pecho.—Diego, todavía te queda algo de vergüenza?Diego se quedó mirándola, desconcertado.—¿Qué pasa?—¿Qué hice mal? Llevamos cinco años juntos, estábamos a punto de casarnos, ¿y de repente me rechazas?Camila lo observaba sin expresión.—El día de la boda, tú sabes lo que hiciste.Los ojos de Diego se abrieron de golpe.—¡Pero me quedé atrapado en el elevador! Si no fuera así, ja
Último capítulo