Cuando Caen las Flores, se Apaga el Querer
Intenté seducir a mi prometido 999 veces. Ni desnuda frente a él logré que me mirara: lo único que le preocupaba era si tenía frío.
Pensé que era un hombre correcto, de esos que quieren esperar a la boda. Pero el día de nuestro aniversario descubrí que, a escondidas, había reservado un hotel de parejas muy famoso en la ciudad.
Esa noche, con el corazón en la garganta, fui a la suite VIP… y lo vi: a Hugo Rodríguez y a su amiguita de toda la vida besándose sin pudor, pegados como si el mundo se fuera a acabar, mientras la gente a su alrededor los azuzaba entre risas y porras.
Me quedé horas afuera de esa puerta. Ahí entendí, por fin, que él no me amaba.
Al salir del hotel llamé a casa:
—Papá, no me caso con Hugo. Me voy a casar con Adrián.
Mi papá escupió el té.
—Hija, ¿estás loca? Dicen que el heredero de los Pérez tuvo un accidente hace años; que de la cintura para abajo ya no… Si te casas con él, ¡vas a ser viuda en vida!
Se me apagó todo por dentro.
—Con o sin hijos, ya me da lo mismo.