Narrado por Dante
Salí de la casa sin mirar atrás. La puerta se cerró con un golpe seco, como si el mundo mismo quisiera dejarme fuera. El aire de la noche me golpeó la cara, frío, cortante, y sentí cómo cada inhalación me dolía en el pecho. Karina seguía allí, inmóvil, con su cuaderno entre las manos, incapaz de hablar, y yo… yo la había dejado sola.
Mis pasos fueron torpes al principio, tambaleantes, sin rumbo. La oscuridad se tragaba todo a mi alrededor, y cada farol que pasaba iluminaba apenas un fragmento de mi camino, recordándome que estaba perdido, no solo en la calle, sino en mi propia cabeza. Cada pensamiento, cada recuerdo de su sonrisa, de su aroma, de cómo mis manos temblaban al tocarla, me golpeaba como un puñetazo.
El frío de la noche se filtraba bajo mi chaqueta, pero no importaba. Ni el frío ni el cansancio tenían relevancia frente al vacío que sentía dentro. Caminaba, y caminaba, sin un destino, solo dejándome arrastrar por mis emociones, por la culpa que me quemaba