Narrado por Karina
La tarde cayó lenta sobre la ciudad, como si el mundo hubiera decidido acompañarnos en este letargo extraño donde nada parecía tener lugar salvo nosotros dos. No recuerdo haber salido de su departamento ni haber querido hacerlo. Las horas pasaban y yo seguía allí, como si ese espacio hubiera dejado de ser suyo para volverse nuestro.
Me senté junto a la ventana, abrazando mis rodillas, con los papeles médicos todavía en la mesa. Había intentado leerlos de nuevo, como si releerlos fuera a cambiar el resultado, pero lo único que conseguía era sentir cómo mi pecho se comprimía cada vez más. Afuera, las nubes se acumulaban en el cielo, y pensé que hasta el clima parecía comprender lo que estaba pasando.
Teo no se alejó mucho de mí. Lo notaba caminar de un lado a otro, con pasos lentos, distraídos. Como un hombre que había entregado demasiado de sí mismo y ahora no sabía qué hacer con el vacío que le quedaba. A veces se detenía y me miraba, como si buscara asegurarse de q