Narrado por Karina
La gala llegó a su fin con el eco de aplausos y discursos que poco a poco se desvanecían entre los pasillos del gran salón.
El murmullo elegante se transformó en un susurro de despedidas y promesas vagas para reencontrarse en futuras causas y eventos.
Dante me tomó del brazo con suavidad y me guió hacia la salida, alejándonos del bullicio y las miradas que aún parecían pesar sobre mis hombros.
El aire fresco de la noche me recibió como un bálsamo, despejando el humo de los pensamientos que la gala había encendido.
—¿Quieres que vayamos a cenar? —preguntó Dante con esa voz cálida que siempre parecía capaz de hacerme sentir segura.
Asentí con una sonrisa tímida, agradecida por la normalidad que me ofrecía en medio de tanto caos emocional.
Nos dirigimos a un pequeño restaurante que Dante conocía, uno discreto y acogedor, lejos de las luces y el ruido, donde el tiempo parecía moverse a otro ritmo.
Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, desde donde se