Narrado por Teo
La noche se desplomaba contra los ventanales como una criatura viva.
Oscura, indiferente, silenciosa.
Me había quitado el traje hace horas, pero todavía me pesaba en el cuerpo. Como si el maldito traje se hubiera adherido a mi piel, recordándome cada palabra no dicha, cada mirada esquiva, cada sonrisa que Karina le regaló a otro.
A Dante.
Me serví un whisky. No por costumbre, sino por necesidad.
El hielo tintineó contra el cristal y sonó como una risa burlona. Como si la noche se riera de mí, de mi absurda estrategia de alejarla. De haber creído que si la hería, si me mostraba con otra, ella lo aceptaría y me olvidaría.
Qué estupidez porque no funcionó.
No solo no funcionó… sino que verla del brazo de Dante fue como clavarme una aguja oxidada en el centro del pecho.
Apoyé los codos en el mesón de mármol de la cocina y cerré los ojos. El primer sorbo me quemó la garganta, pero no lo suficiente como para borrar su imagen. Karina, con ese vestido verde, con ese silencio q