Al llegar el mediodía, ya no había marcha atrás. Asher y Becca estaban decididos a enfrentar los fantasmas del pasado, sin importar las consecuencias. Mientras ella cerraba la última maleta con manos temblorosas, una serie de golpes violentos retumbó en la puerta, quebrando la frágil calma que los rodeaba.
—¿¡Quién carajos toca así!? —masculló Asher con rabia contenida, dirigiéndose hacia la entrada con pasos tensos.
Apenas giró la perilla, un puñetazo brutal lo recibió de lleno. Cayó al suelo con un quejido seco, la vista nublada por el impacto.
—¿¡Dónde está la maldita mujerzuela de mi hermana!? —rugió Bryan, irrumpiendo en el apartamento como una tormenta desatada.
Becca escuchó el estruendo y corrió desde el cuarto. Al ver a Asher en el suelo y a su hermano desbordado de furia, se detuvo en seco. Por un segundo, el miedo la paralizó… pero solo por un segundo.
—¡Bryan, basta! —gritó, interponiéndose entre él y Asher—. ¡No eres nadie para irrumpir así en mi vida!
—¿¡Ah, no!? —bufó, a