Al día siguiente, Becca se levantó un poco más temprano, y decidía a captar la atención de Asher, tomo de su armario un smoking rojo ajustado que resaltaba el brillo de sus ojos y dejó caer su melena como una cascada oscura sobre los hombros. Se maquilló sutilmente, marcando apenas sus labios. Era fuego envuelto en elegancia.
Pero justo cuando intentaba abrir la puerta para salir, un grito desgarró la quietud de la casa.
—¿¡A dónde crees que vas vestida así!? —vociferó Bryan desde el pasillo—. ¿Desde cuándo te comportas como una maldita mujerzuela?
Becca se detuvo en seco. No por miedo, sino por rabia contenida. Respiró hondo antes de girarse lentamente hacia él.
—Tus insultos ya no me atraviesan, Bryan. Piensa lo que quieras.
Él frunció el ceño, y en un arrebato alzó la mano para golpearla. Pero esta vez, Becca fue más rápida.
—No me volverás a tocar—espetó con la voz firme, atrapando su muñeca en el aire con fuerza.
Bryan quedó paralizado. Nunca la había visto así.
—¿Quieres saber p