Julián
La presencia de Camila y ahora de Isabella le habían dado a mi casa esa calidez de hogar que las personas tanto se empeñaban en romantizar. Sonaba a cliché, pero era completamente cierto. Antes mi departamento era frío y solitario, Camila llegó y trajo con ella la luz y la tibieza de una verdadera casa.
Y porque ya la sentía parte de mi vida, le debía sinceridad.
El beso terminó, la tomé de la mano y salimos de puntillas del cuarto de Isabella. La casa silenciosa se sentía en paz, lejos de las risas y el tintineo de las copas de champán de la mansión de los Gil. Entramos a nuestra habitación y me senté en el borde de la cama, cabizbajo. Buscaba las palabras adecuadas para contarle lo que había pasado.
Ella debió notar mi preocupación porque se sentó a mi lado.
—¿Sucede algo? —Camila agachó la cabeza buscando mis ojos—. ¿Julián?
Alcé el rostro y la miré, encontré temor en esas pupilas. Tomé su mano y apreté sus dedos cálidos.
—Fue incómodo —dije—. Todos parecían albergar la ide