Julián
No me gustó ni un poco que Octavio se llevara a Camila con él. Sabía lo que pretendía, sin embargo, para ella era importante ese artículo, así que no me opuse. Me tragué mi rabia como si fuera un vaso de vinagre e intenté concentrarme en revisar lo que Díaz me había enviado de la sección de actualidad.
Pero leía sin entender absolutamente nada, mi pensamiento giraba en torno a ella. Debí ser yo quien le propusiera escribir reportajes. Debí ser yo quien la apoyara, quien afinara esa entrevista con ella y no el aprovechado de Octavio.
Debí ser yo y, sin embargo, no me atreví a hacerlo. Ahora él sería su héroe.
«Maldito Octavio».
Tocaron a la puerta y me emocioné al creer que sería ella. Quizá, le había dicho a Octavio que prefería revisar conmigo la entrevista.
—Adelante —dije con un dejo de emoción (más esperanza que emoción en realidad) en la voz.
—Señor Ortega. —No era Camila—. Le traje café.
La nueva recepcionista avanzaba hacia mí con una bandeja humeante en las manos, la cu