Al bajarme del autobús en la parada más cercana a la casa de Karla, mi celular vuelve a sonar estruendosamente, tal parece que de pronto soy la mujer más solicitada de la ciudad. Reviso el identificador de llamadas en la pantalla y resultó ser mi padre, seguro ya se habrá enterado de lo que estaba sucediendo.
—Papá, hola. No esperaba tú llamad… —Saludé fingiendo no saber por qué quería hablarme, pero sus gritos no me dejaron terminar mis oraciones.
—¡Quiero que me expliques lo que está sucediendo! ¿Por qué todo el mundo está hablando de tu divorcio con Caleb? —Gritó a todo pulmón.
—Porque es cierto, tomé mi decisión y ambos estuvimos de acuerdo. —Respondí casi por inercia, mientras ponía los ojos en blanco.
—¿Te has vuelto loca? ¿Cómo pudiste hacernos esto? ¡No logro entender cómo puedes ser tan inconsciente…!
—Pero papá, yo… —Intenté excusarme, pero era inútil, no me dejaba.
—¡TE CALLAS Y ME ESCUCHAS! —Ordenó a gritos. —¡Somos el hazmerreír de toda la ciudad! ¡Te ordeno que ahora mismo vengas a casa para discutir como rayos haremos para que busques a Caleb e intentes recuperarlo! —Añadió dando voces y luego colgó el teléfono sin más.
—Demonios… —Maldije guardando el celular en mi bolsillo, mientras daba saltitos por la impotencia y la rabia que sentía.
Con el poco dinero que tenía en mi bolso, pedí un taxi y fui a la casa de mis padres, aunque no quería, debía obedecer al llamado de mi padre.
Al llegar a casa, entré y fui directo a ver a mi padre en su despacho privado en la planta baja de la casa, y con solo abrir la puerta, mi progenitor me fulminó con la mirada, mientras que mi madre y mi hermana adoptiva, lo rodeaban como unas hienas.
—Hasta que llegas. —Comentó mi hermana Beatriz al verme.
—Hola a ti también. —Respondo con sarcasmo.
—¡Cállate y no molestes a tu hermana! —Me reprende mi padre, como era de costumbre, viendo solo lo que yo hago mientras que ella se sale con la suya. —Quiero que te disculpes con Caleb de inmediato. Sabes que mi compañía depende del apoyo y la colaboración del grupo empresarial de Caleb y su familia. Necesitamos tenerlo a nuestra disposición o iremos a la quiebra…
—Olivia, no tienes que tomar este tipo de decisiones sin medir las consecuencias. No está bien que quieras lanzarte a un pozo y arrastrarnos contigo en el intento. Sabes perfectamente que todos los hombres ricos tienen amantes a sus pies, pero al final siempre vuelven con sus esposas. Tienes que madurar y entender que en este mundo no se vive de amor. —Aseguró mi madre intentando persuadirme.
Beatriz, aunque no intervenía, en sus ojos se podía ver como destilaba su alegría por lo que yo estaba sufriendo en este momento, aun cuando fingía ser comprensiva.
—Olivia, no está bien que le causes todas estas molestias a mamá y papá, después de todo lo que han hecho por ti para que no te falte nada nunca… —Reprochó la mosca muerta.
Apreté los labios e inspiré hondo para intentar calmarme, no podía creer que, siendo mis padres, solo me utilizaran para su beneficio, mientras que a Beatriz la idolatraban como si yo fuese la adoptada. Aunque su historia fuera trágica, el que el mejor amigo de mi padre y su esposa murieran en un accidente y la dejaran huérfana, no justificaba su odio hacia mí.
Durante los siguientes minutos de discusión, gritos y reproches de mis padres, sumados a las calumnias pronunciadas por mi hermana, yo solo me quedé observándolos en silencio, con mi mirada fija en Beatriz principalmente y no pude evitar sonreír para mis adentros al recordar las palabras de Andrés, el asistente de Lion. Tenía tanta razón… mi hermana siempre se había creído superior a los demás, estaba convencida de que nadie estaba a su altura. Que estuviera perdidamente enamorada de Lion tenía sentido; después de todo, él era el hombre más poderoso del país y ser su esposa le permitiría tener el poder que cree tener.
—¡Te estoy hablando! —Gritó mi padre dándole un manotazo al escritorio que me hizo salir de mis pensamientos.
—Ya he tomado mi decisión. Me estoy divorciando porque no soy feliz y ningún trato empresarial entre nuestra familia y la de Caleb, vale mi felicidad. —Declaro con firmeza y altivez, demostrándoles que no estaba dispuesta a negociar el rumbo de mi vida.
—No puedo creer que seas tan estúpida… —Musitó Beatriz cruzándose de brazos.
Desde luego que esperaba esa respuesta suya. Todo estaba claro, a ninguno de ellos les importaba mi felicidad y yo tampoco quería perder más tiempo en esta contienda sin sentido. Así que, sin dudarlo, doy media vuelta y me marcho con mi frente bien en alto, dejando atrás sus reproches, cerrando la puerta con elegancia detrás de mí.
Afortunadamente no tuve que caminar demasiado para regresar a la casa de Karla, puesto que estaba cerca de allí, a tan solo tres cuadras. Aunque estaba tranquila y mantenía mi torbellino de emociones a raya, con solo atravesar la puerta y encontrarme con mi mejor y única amiga, no pude contener las lágrimas. Me sentía derrotada porque mi propia familia me había dado la espalda e ingenua por creer que me entenderían…
Años atrás, alguna vez muy lejana y borrosa de mis inicios en la adultez, recuerdo que ellos me trataban como un tesoro, hasta aquel secuestro… Desde entonces, no pudieron tolerar el tener una hija “mentalmente inestable” en la familia y me enviaron a un sanatorio en el extranjero, alegando que estaba loca y dañada.
—No entiendo como pueden ser tan crueles conmigo, no les importo ni un poquito… —Dije entre sollozos, con la voz entrecortada.
—Sí, sé que es duro cariño, pero no elegimos a nuestras familias. Lo importante es que tú puedas continuar sin importar lo que ellos quieran y yo voy a estar aquí para apoyarte, amiga.
—Gracias… De verdad. —bisbisé abrazándola con fuerza.
—Oye Olivia… Nunca me hablaste sobre lo del secuestro ¿Y qué sucedió con los secuestradores? ¿Los atraparon? ¿Presentaste cargos? —Indagó la castaña enarcando una ceja.
—No, mis padres no hicieron mucho al respecto, pero estoy convencida de que mi hermana tuvo algo que ver con el secuestro. Cuando sucedió, me encerraron en un cuarto oscuro y estrecho… —Expliqué llegando al límite del quebranto, nunca antes había contado todo a alguien que me conociera tan bien como Karla. —Ellos me… —Sollocé fuertemente ahogada. —Me torturaron hasta perder la noción del tiempo y de las cosas…
—¡Por el amor de Dios! —Exclamó Karla rompiendo en llanto, al tiempo en que se llevaba ambas manos a la cara para cubrirse el rostro por el dolor que sentía al saber que había pasado por todo eso.
—Yo… Recuerdo claramente haber oído a los secuestradores mencionar el nombre de mi hermana. Un año después logré escapar y le dije a todo el mundo que fue Beatriz quien mandó a secuestrarme. Le pedí ayuda a mis padres. Pero no nadie me creyó. Todos asumieron que me volví loca por el trauma… —Expliqué encogiéndome de hombros. A veces incluso yo misma dudaba si todo había sido una fantasía, pero sabía que no era así.
Me subí la manga y mostré las horribles quemaduras en mi brazo. Esa era solo una de las formas más “suaves” en las que esos secuestradores se divertían conmigo.
—No sabes cuánto lo siento, Olivia. Lamento no haber estado allí para apoyarte… No puedo ni imaginar el infierno por el que pasaste… Pero ya estás a salvo y me tienes a mí. Siempre te protegeré. —Su consuelo y sus palabras, aunque simples, me ayudaron más de lo que ella se imagina. Hacía mucho que nadie se preocupaba por mí de esa forma y lo apreciaba con toda mi alma deteriorada.
—Gracias Karla, de verdad te lo agradezco… Te prometo que, en cuanto gane dinero con mi próximo concierto, me mudaré por mi cuenta y te dejaré tu espacio. Aunque vendré a visitarte seguido. —Respondí a media voz, ella me había salvado de vivir en la calle, pero después de haberla alejado como lo hice, no me sentía merecedora de su apoyo.