La desaparición de la amenaza de Thorne trajo una paz a la mansión Winchester que era tangible, como si el aire mismo respirara aliviado. Los siguientes meses transcurrieron en una serenidad que Olivia no creía posible. Su embarazo avanzó, y con él, una sensación de conexión profunda y milagrosa con la vida que crecía en su interior. El violín, que había sido testigo de sus penas y sus luchas, se convirtió ahora en el lazo que la unía a su hijo. Tocaba para él, melodías suaves y fluidas, y sentía sus pataditas como una respuesta gozosa, un diálogo secreto entre madre e hijo.
Lion, transformado por las pruebas que habían enfrentado juntos, era un hombre diferente. El control obsesivo había dado paso a una presencia tranquila y atenta. Pasaba las tardes con la cabeza apoyada en el regazo de Olivia, su mano sobre su vientre, sintiendo los movimientos del bebé, maravillado ante el milagro que habían creado. Las reuniones de la junta directiva se posponían sin remordimientos, los informes