Capítulo 8
A los siete años, el líder de hombre lobo errante me secuestró. Había otro cachorro de lobo capturado junto conmigo.

Fue él quien se interpuso sin dudar, su cuerpo pequeño recibiendo cada golpe que iba dirigido a mí.

Podía sentir su energía salvaje, como una bestia hambrienta dispuesta a destrozar todo con tal de protegerme.

No supe su nombre. Me escondió en un barril abandonado y se fue solo a enfrentar a esos hombres lobos errantes.

Fue Quinto quien apareció después. Abrió la tapa del barril y me llevó a casa.

Mi gratitud hacia él se convirtió en amor.

Pero de hecho Quinto no me salvó.

Solo tuvo la suerte de encontrarme.

Héctor me miró, una sonrisa fría en los labios:

—Dijiste que me agradecerías por siempre. ¿Y luego? Ni siquiera me buscaste.

Su voz no tenía ira, pero me llenó de culpa. No pude responder.

En lugar de reprocharme, me atrajo hacia su pecho, ajustando su abrazo:

—Olvídalo. Sé que fue culpa de Quinto.

Respondí con una sonrisa, pero las complejidades de mi int
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