La puerta de la habitación se abrió sin previo aviso. Era Freya, que, movida por los celos, había decidido ir hasta ahí, impedir que el alfa tocara a esa loba deforme y fea.
Lucian ladeó la cara y la miró de pie, con el ceño levemente fruncido. Soltó el cabello de la vidente; lo que hizo que ella cayera al suelo de rodillas.
—Alfa —lo llamó Freya, sin distinguir si castigaba a Leah o si estaban a punto de tener intimidad.
—No te he dicho que toques antes de entrar —su voz sonó baja y peligrosa. Lucian volvió a enfocar su mirada en la loba vidente—. Escuché que estabas enferma. ¿Es por eso que no puedes traer una simple visión?
Freya empuñó ambas manos.
—Alfa… yo he sido, ¡he sido robada! Alguien ha entrado a mi cuarto y se ha llevado joyas valiosas.
Lucian suspiró.
—Después arreglaré eso —sus hombros se tensaron. Necesitaba descubrir el significado de su pesadilla.
—Es urgente. El ladrón puede que en este instante huya de aquí o, con un secuaz, saque las joyas del territorio.
Lucian s