Capítulo 44

Salí del baño y me vestí rápidamente. De camino hacia el salón, mis fosas nasales se impregnaron con el delicioso olor a café. Mi estómago rugió con prisa y sonreí. Recordé los desayunos con mi esposa, donde, no faltaban las caricias mañaneras además de los platos ricos que sólo ella sabía preparar.

La mesa estaba muy bien arreglada, no faltaba nada , ni los zumos ni la fruta. La vi salir de la cocina con un plato de pancakes y mi estómago rugió una vez más. Ella sonrió ladeado y sin mirarme reposó el plato en la mesa.

- Buenos días Isabel---dije sin esperar respuesta.

- Siéntate---demandó sin quitar su vista de la mesa---tienes que comer, no queremos que te desmayes--- continuó mientras arreglaba las servilletas.

Se sentó y sirvió café en su taza y yo la imité encantado. La sonrisa que tenía en mi cara no se me borraba por mucho que lo intentaría. Realmente no quería perder ni un segundo al lado de ella.

- Viajaré a mi ciudad, en unos días. Mi madre me tiene que dar las explicaciones que me debe---tomó un sorbo de su café y lo saboreó con un gemido sutil. ¡Dios mío, era tan hermosa!---la miré por un momento por debajo de las cejas y tragué grueso.

- Te acompañaré---añadí sin más y seguí comiendo.

- Pues yo pensaba dejarte a cargo del restaurante. Alguien tiene que cuidarlo y vigilar. ¿O no quieres el restaurante? Si es tuyo...

- Es nuestro--- interrumpí sin más--- tu ,lo has cuidado en todo este tiempo mejor que yo,mereces tenerlo. Es más tuyo que mio , pero de todas formas desde que nos hemos casado lo que yo tenga es tuyo también. Nos hemos mirado a los ojos tendidamente, me daban ganas de abrazarla y besarla hasta quedarme sin aliento pero voy a darle tiempo al tiempo.

El viaje a casa de su madre fue muy tranquilo a pesar de nuestra situación. De vez en cuando la preguntaba alguna cosa pero las respuestas eran cortas y otras veces ni me contestaba. Iba tan sumida en sus pensamientos que cuando miraba por la ventana creo que ni se daba cuenta del paisaje exterior. Yo la miraba de reojo y la veía más hermosa que nunca,ya sería demasiado decir que me arrepiento tanto, tanto por haberme mantenido lejos de ella.

La cara de sorpresa de su madre fue algo inolvidable para mí. Casi se desmaya cuando nos ve.

- Isabel hija ¿ está todo bien?

- Buena pregunta--- respondió mi mujer ---porqué yo a estas alturas me pregunto si realmente eres mi madre.

Isabel entró en casa de su madre dejando ver su enfado.

- ¡Cuida tu lengua Isabel!---mi suegra alzó la voz con furia y las lágrimas salieron disparadas de sus ojos. Hasta me daba lástima.

- ¿Así como tu cuidaste la verdad? --- mi mujer no pensaba darse por vencida. Se dio la vuelta desde el salón y mirando a su madre con el ceño fruncido, siguió--- Porqué te recuerdo que me debes unas explicaciones y si pensabas que no las pediría nunca , te equivocaste. ¡Las quiero ya!--- gritó furibunda.

A mi suegra le dio tiempo de abrir la boca pero no de articular palabra.

- A eso he venido mamá, a que me digas que demonios pasa contigo y¿porqué me escondiste que mi padre no era mi padre?

- Por favor , vamos a sentarnos y te cuento todo--- una Lucrecia vencida bajó la mirada al suelo--- sabía que este momento llegaría pero me has tomado por sorpresa totalmente. He preparado café y si queréis comer algo ... es la hora de cenar casi---tartamudeó--- tu hermana no tarda en llegar.

-Está bien, no quiero que ella presencie un escándalo. Sentémonos---demandó mi chica---yo solo quiero un café.

Yo no decía nada, no era mi lucha, pero no iba a dejar sola a la mujer de mi vida. Después de largos minutos donde la tensión se podía cortar con un cuchillo, hablé.

- Perdonen mi intromisión, pero creo que es mejor hablar antes de que la chiquilla llegue---tragué grueso, no sabía si me estaba metiendo en un lío o no, pero al fin de cuentas era mi familia ¿no? Mi suegra me miró para después bajar la cabeza, la que se mantenía soberbia era mi esposa. Tengo que reconocer que nunca he visto a mi suegra tan decaída, tal parecía que la confesión que estaba por hacer, le hundiría la vida.

- Conocí a tu padre cuando era una adolescente todavía. Mis padres nunca lo aceptaron, más que nada porque era bastante mayor que yo. Al principio lo rechacé porque su simple presencia me intimidada, pero con el tiempo y sus múltiples insistencias,me enamoré. Estuvimos juntos a espaldas de mis padres por 2 años hasta que yo terminé mis estudios de bachillerato y ahí fue que empezó mi pesadilla. En el viaje de fin de curso me pegó una paliza hermana con la muerte. Ya me había golpeado antes pero no tan fuerte y yo aguanté por amor, un amor que el me juraba cada vez que me pedía perdón. Realmente creía que el amor trataba de eso, de perdonar cada vez que el próximo de hacia daño---como justificación, Lucrecia añadió ciertas palabras a su relato, que hasta a mi me había impresionado hasta los huesos--- Cuando llegué a casa y me vieron mis padres, sin ninguna otra excusa reconocí que estaba en una relación con Malcolm, como le llamban los amigos. Nunca supe cuál era su verdadero nombre, venía de una familia medio americana y hablaba un perfecto inglés--- cogió una sevilleta de cocina y limpió sus lágrimas sorbiendo los mocos.

Isabel miraba a su madre como si estuviera salida de un cuento. De repente las lágrimas que contuvo por mucho tiempo, empezaron a caer por sus mejillas. Acaricié su mano y para mi sorpresa noté que no me rechazó, pero dio la vuelta a su mano y entrelazó nuestros dedos.

- ¿Porqué nunca me lo dijiste mamá? Yo tenía derecho de saber la verdad y tu ¡tu no tenías ningún derecho de esconderme cuales son mis raíces! --- mi suegra abrió los ojos como platos.

- ¡Tus raíces dices! ¿Qué es lo que exactamente quieres saber de tus raíces? ---preguntó extrañada, como si fuera cosa del otro mundo querer saber de donde vienes.

- ¡Todo! --- sus dedos entrelazados se pusieron muy tensos y apretaron los míos con mucha fuerza. La acaricié para que se relaje, pero no hubo forma---quiero saber quien es el que me engendró, el que podría haber sido un padre y sólo fue un enemigo en la sombra.

- Tus raíces vienen de Estados Unidos, ahora yo ya no sé si sus padres viven todavía y de el supe que se casó pero se divorció a poco tiempo. Después de aquella paliza, solo sus padres me estuvieron buscado. Te conocieron cuando eras una bebé, pero cabe mencionar que me dieron todo su apoyo, ya que mis padres me echaron de casa y me dijeron que me olvidara que tengo familia.Te visitaron hasta que entraste en la primaria y fue entonces cuando me hablaron de una herencia que te pertenecia por parte de tu padre, ya que a él lo iban a desheredar por tratarme tan mal estando embarazada de ti. Fueron ellos, Carlos y los padres de Felipe que me echaron una mano y pude salir adelante. Eramos muy amigos, siempre lo fuimos y fueron ellos los que han insistido en casarme con Carlos. El era el mejor hombre que yo podría haber conocido. Era tierno y cariñoso y me quería más de lo que yo podría haber pedido a la vida. Isabel, Carlos te cuidó desde siempre como si fueras su propia hija, es más eras su hija.

- Mi padre siempre fue el y siempre será el---relajó su mano y yo la llevé a mis labios y la besé varias veces.

- A estas alturas debes saber que Cecilia, la madre de Felipe fue novia de Carlos y quedó embarazada de tu marido. Sin que sepa nada del embarazo hasta los 4 meses, se casó con Gonzalo. Se enamoraron como dos chiquillos y no ha habido forma de separarse, ya que Carlos y ella, pronto se iban a dar cuenta que su amor era pasajero. Su amistad,nuestra amistad más bien, es algo que nos ha salvado de muchos desastres, aunque la partida de mi amado esposo no la pudimos evitar. Hemos intentado de todo hija, médicos que habían encontrado nuevos tratamientos, en vuestra luna de miel viajamos a Estados Unidos y aún así no ha habido forma de salvarlo. Y al final nos habían hablado de un tratamiento que combinado con la sangre de un hijo, pariente, familiar, podría salvarle la vida. Fue entonces que tuvimos que contarle la verdad a tu marido. En vano todo y a mi se me ha ido media vida con la muerte de mi marido.

- Todo esto es una puta m****a ¿Sabes?--- Isabel no aguantó más y soltó una sarna de palabrotas--- Tu me has mentido toda la vida, papa tuvo que morir para que yo me entere de la verdad y el ¡el!---gritó como desquiciada mostrándome a mi---¡me abandona justamente cuando más lo necesitaba! Sois todos unos descarados mentirosos.

Me quedé callado como un mudo , temía que si soltaba palabra me iba a matar mi propia mujer. Yo la quería recuperar,pero por lo visto ella ya no confiaba en nadie. La tristeza que ocupó mi corazón me estaba matando lentamente.

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