Ecos en la oscuridad
La voz de Ian seguía resonando en mi mente mientras caminábamos por el pasillo estrecho que conducía a la vieja biblioteca de la escuela. Ese lugar olía a polvo, a madera húmeda y a páginas amarillentas que habían visto demasiadas generaciones de estudiantes. El crujido del suelo bajo mis botas resonaba como un latido, recordándome la urgencia de todo lo que estaba por venir.
“En esta batalla no hay segundas oportunidades.”
Ian lo había dicho con esa calma que me ponía los nervios de punta, pero ahora entendía que no era una amenaza: era una advertencia. Una que no podíamos ignorar.
—No podemos seguir pretendiendo que esto es algo que podemos manejar solos —dije, mi voz firme mientras abría las puertas de la biblioteca. La penumbra nos envolvió de inmediato, el único sonido era el murmullo del viento colándose por las ventanas rotas—. Este grupo, estos “observadores”... no solo nos quieren para usar el espejo. Quieren controlarnos. Quieren decidir quiénes somos.