Tres matrimonios. Tres cadavéres encontrados a solo dos meses contraer nupcias con ella. El F.B.I la persigue debido a ser la principal sospechosa y la que lógicamente sería la más beneficiada en la muerte de sus maridos. Ella en todo lo que puede pensar es en su trabajo, no quiere abrir su corazón a otro hombre solo para verle morir sesenta días después de firmar el acta matrimonial. Sin embargo, llega él y le hace brillar el camino a su paso, ve resplandecer una luz de esperanza cada vez que están juntos. Porque nadie pensaría que él podría ayudarla a cumplir sus sueños y que se ofreciera voluntariamente como carnada para atrapar a ese asesino serial, que ella jura no ser. A pesar de saber que la muerte cobra la vida de quien se le acerque, ese hombre insiste en tener el título de esposo suyo aunque eso signifique morir. Pues casarse con ella es una cuenta regresiva, tienen solo dos meses hasta su muerte. ¿Podrán atrapar a ese asesino misterioso? ¿O ese loco hombre que firmará como esposo solo estará dando un paso hacia su inminente muerte?
Leer másMis piernas pisan el frío mármol del suelo y mi cabeza no deja de hacerme ver todo dar vueltas a mi alrededor. Toco mi sien tratando de estabilizarme para ponerme de pie. ¿Acaso bebí tanto anoche?
Al salir de casa de nuestros suegros solo fuimos al club que hay cerca del hotel en el que nos hospedamos. No quise quedarme en casa de mis suegros por tanto disfrutamos un poco solo antes de ir a la cama. Mis miedos van cobrando vida al ver ahora las cortinas de las ventanas realmente abiertas de par en par. La claridad que entra justo ahora es tanta que una punzada en mi cabeza me abruma. Me pongo de pie a duras penas sintiendo mareos y náuseas. Miro el lado vacío de la cama y comienzo a llamarle. —Mattew —digo en voz alta y ahora siento el agua caer desde el baño. Sin embargo, algo me recorre entera y es de esas sensaciones de que algo no anda bien. Unas náuseas se aproximan a salir por mi garganta por lo que corro con rapidez hasta el baño. Ahogo un grito al ver toda la escena que acapara mi visión. Me hinco al suelto con lágrimas desborándome en los ojos, mientras expuslo todo lo que tenía en mi estómago de ayer. Me siento sobre el suelo y voy arrastrándome hasta el lugar de mi esposo. Mi pecho duele tanto que grito como una loca cuando llego hasta la bañera. Todo el piso está lleno de agua mezclada de sangre, hay sangre espesa por todos lados, paredes cortinas y hasta el espejo tiene de ella. Corro la cortina de la bañera la cuál luce la silueta de mi esposo tras ella. Ya voy temiéndome lo peor... Ahí le veo, está con ropa pero el agua le llega al pecho y se desborda por las orillas de la tina donde está acostado. En el cuello tiene un gran corte por el cuál sale aún sangre y tiene residuos de la misma ya seca. Chillo al verlo, al ver a mi esposo. El hombre que hace dos meses atrás me acompañó haciendo un camino juntos. Corro hasta sus brazos y lo envuelvo en mi pecho mientras lloro con fuerza. El sabor amargo me recorre sintiéndome la peor de todas. Algo no está bien aquí, algo sucede a los dos meses... Y el caso es que este es mi tercer esposo en mis años de vida. Lo conocí y salimos por unos meses, todo fluyó hasta que decidió llevar nuestra relación más allá y no pude estar más que nerviosa, pero al final acepté. Sin embargo, tal como mi conciencia me advertía de ese período de sesenta días. Sucedió lo que tanto temía. El primero fue Harry, trabajaba como CEO en una empresa de arquitertura bastante renombrada en el estado. El segundo fue Richard, dueño de una compañía de autos de carreras. De todos y cada uno me enamoré perdidamente, me costó demasiado superar sus muertes, incluso me tomó años dejar atrás esas heridas. Porque las separaciones voluntarias duelen, así que imaginemos una por la fuerza, que sea alguien quién te los arrebate. Pero yo sé muy bien que ya esto no es coincidencia. Todo esto dista mucho de ser una casualidad. Nada sucedía mientras salíamos pues todo empezó justo luego de casarnos. Es como si casarse conmigo fuese una cuenta regresiva de la persona con quién lo haga. Es como un tiempo limitado, y me aterra porque sé que hay mucho más implicado en todo. Esta muerte va a marcar demasiado en mi perfil, me andan investigando constantemente, soy la principal sospechosa de los asesinatos de mis propios esposos. Pero yo sé que no soy yo, estoy segura que no podría matar a quién tanto amo. No cuando ni siquiera puedo demostrar nada, porque mi mente está en blanco. No recuerdo nada de anoche y me abruma con solo pensarlo. Mientras lloro aún con él en mis brazos, mi mente no deja de pensar y de darle vueltas a lo mismo... ¿Por qué quién se casa conmigo muere a los dos meses? ¿Qué diablos es lo que sucede?Giselle Tres años después —¡Sí, sí, sí! —gimo extasiada sintiendo sus embestidas tornarse cada vez más frenéticas. Mi canal se contraía debido a que el calor se iba acumulando cada vez más en mi vientre. El sudor me corría por las sienes y mis tetas rebotaban a la par de sus estocadas. La piel se me fue erizando y de un momento a otro con los músculos contrayéndoseme, me corro. Él sigue unos instantes más hasta que oyendo maldiciones, se corre dentro de mí. Me dejo caer en la cama viéndolo completamente desnudo acostarse a mi lado. Mis dedos perfilan su rostro mientras le miro embelesada. —He venido a darte una buena noticia —dice y sonrío con picardía. —Pensé que venías a follarme como todos los días —inquiero con la voz fina. Sus manos van a mis tetas y las comienza a magrear. —Sí, pero hoy acabo de recibir la noticia. Así que vine a coger y a contarte —sigue hablando y encaro una ceja a la expectativa—. Estás de alta —confirma y mi corazón comienza a latir. Me quedo en
Narrador ¿Quién iba a pensar tal cosa? No amigos, las casualidades no existen en estos casos. Aquí todos pueden ser el asesino. Sospechamos de todos hasta que al final es quien menos pensábamos.—Tenemos un plan. No puedes lanzarte de cabezas al abismo. Esperemos a los dos meses.—No. Él sabe que lo estaréis esperando, por eso mató a Rosse. Ella supo la verdad y fue a sus otros objetivos...Entonces él la vio correr hacia al Bugatti y la siguió. No sabía que haría, pero él no iba a dejarla sola. Subió tras ella y rebuscó en los asientos.Había olvidado decirle a Giselle, pero había dejado un arma bajo el asiento del copiloto. La metió en su saco mientras la peli negra arrancaba el auto.Él la miraba llorar en silencio. La veía derramar lagrimas aferrada al volante y su pecho se contraía cada vez que la veía hacer eso. Era como si algo se activara dentro de él con cada lágrima salida de sus ojos.Cuando se había acercado a ella no había sido para esto. Jamás pensó que una mujer, que
GiselleHabían pasado varios minutos leyendo todo lo demás hasta que salí fuera con los ojos hinchados por las lágrimas derramadas. Escuchaba la voz de los padres de Harry y me encamine hacia el comedor.Fruncí el ceño al escuchar una discusión. Ellos jamas habían sido ese tipo de parejas, claramente todas discutían, pero ellos en especial nunca lo hacían frente a nadie. Y en ese momento en el comedor estaba Eder alterado peleando con Agnes.—No me culpes más de algo que claramente es también culpa tuya. Siempre me has culpado a mí, cada año, cada día y cada hora cuando la de la idea de dejarlo allá fuiste tú. Ahora no me...Ambos me miran llegar y eso hace que el padre de Harry se quede en silencio repentinamente.—¿Terminaste cariño? —pregunta mi primera suegra llegando hasta mi sitio.Asiento y sonrío.—Me alegra. ¿Vas a quedarte a almorzar? —inquiere nuevamente.—No. No. No tengo apetito ahora. Ya sabes...Ella menea la cabeza con nostalgia. Toma mis manos y me dice:—Siempre pued
GiselleAbrí los ojos sobre saltada y aún era de noche. La ventana corrediza de cristal que daba al balcón estaba abierta y las cortinas serpenteaban por el aire que estaba entrando. Mis músculos se contrajeron cuando me senté en la cama y miré a mi alrededor en la habitación. Estaba todo en penumbras escasamente alumbrado por la luz lunar que a penas dejaba ver atisbos de cosas. Observé el reloj en la mesa, eran las cuatro de la mañana.Una mala sensación me caló los huesos cuando me quedé mirando fijamente una sombra en una esquina de la habitación. Parecía que hubiese alguien ahí y debido a eso mis vellos se erizaron y mi pulso se aceleró estrepitosamente. Miré al lado de la cama que estaba ocupado por alguien. Su espalda desnuda se vislumbraba dando a entender que estaba dormido. Volví la vista a la esquina y ya no vi ninguna silueta ahí, así que como una mala jugada de mi mente expulsé todo el aire contenido y me levanté de la cama a cerrar las ventanas. Cuando estaba al lado
Giselle —¿Te sientes bien? —interroga una voz cargada de preocupación.Sus manos tomaron las mías y sus ojos buscaron los míos cuando se abalanzó hacia mí sobre la cama.Matthias.—Me siento bien. ¿Dónde estamos? —inquiero viendo aún al detective que está parado tras el árabe.—En un hospital —comenta mi nuevo esposo en tono leve.Encaro una ceja viendo todo a mi alrededor. Está todo blanco, no hay muebles ni nada más dentro de la habitación. Y mi corazón comienza a latir con fuerza. —¿Por qué estoy? ¿Por qué estoy aquí? —tartamudeo con el pulso acelerado mirando en todas direcciones.—Querías hacerte los exámenes. Y tu desmayo me llevó a traerte. ¿No recuerdas nada de lo que sucedió? —cuestiona Matthias y su tono fue demasiado sugerente. Intento levantar una mano pero noto que están amarradas al lado de la cama. Y otra vez me remuevo asustada.—¿Por qué estoy atada? —chillo jalando de los sujetadores, y mis muñecas arden por la fricción del material.—Basta Giselle. No te muevas —
Giselle Pasamos semanas en la capital de Emiratos Árabes Unidos. Nos dedicamos a tomar unas vacaciones como luna de miel, fue algo placentero y fácilmente podría decir que estaba sonriendo. Esos días Matthias me había hecho olvidar todo. Me había hecho olvidar el por qué de casarnos. Recorrimos calles, tiendas, museos, playas y hoteles. Y la mayor parte de esos recorridos la pasé gimiendo con él entre mis piernas. Estaba feliz.Pero ahora mismo acabamos de llegar al puerto Americano. No sabía el dinero que en realidad tenía hasta que me presentó varios yates que tenía en su espacio del puerto. Eran inmensos y lujosos. Y todos eran suyos. Me quede boquiabierta. Es cierto que Richard tenía millones, pero en realidad no los gastaba en esas exageraciones, no como el árabe. Y el trayecto en mar fue extraordinario. Él y yo solos. El primer día conocí al capital del yate, pero no lo volví a ver nuevamente pues era demasiado grande y escuché decir a Matthias que le había prohibido ciertas
Último capítulo