¿Es posible casarte para acabar con tu marido? Cuando Cassandra, una patinadora artística, se ve atrapada en un matrimonio por poder con un aclamado peleador profesional ella debe cometer un crimen: acabar con su esposo y vengar la muerte de su hermana. Pero ¿cómo terminar con la existencia de Gerard Verstappen, un legendario peleador y ahora un hombre poderoso?
Leer másHabía ansiado tanto ese momento. Lo había soñado por meses.
Durante ese tiempo había dudado, me había decido y había vuelto a dudar.
Llevé mis manos por todo su amplio pecho, grabandome la forma de sus pectorales en las yemas y aspirando el olor maderoso de su fragancia. Esa sería la ultima vez que tocaría a mi esposo. Recorrí con los labios la curva de su definida mandibula, sintiendo sus manos en mis caderas y el calor de su piel desnuda contra la mía. La habitación estaba en penumbras, pero aun así podía ver la expresión de intenso placer en su rostro, y tambien su mirada, ligeramente nublada por el alcohol que corría en su sangre. Esa noche habíamos bebido mucho, mejor dicho, yo le había llenado el vaso una y otra vez, para luego seducirlo y llevarlo a la cama.
Sonriendole con seducción, separé mis labios de su piel y apoyando las palmas en su fuerte pecho, lo empujé contra la cama y me senté sobre él. Nos miramos con alcoholizado deseo, y con una leve dosis de amor imposible. Yo adoraba a ese hombre, amaba sus varoniles facciones, su voz profunda y ese temperamento endiablado que rara vez se suavizaba. Amaba que fuesemos tan distintos, que yo fuese una delicada y pequeña bailarina que se perdia en las frías pistas de hielo, mientras él era un fuerte e imponente peleador que se volvía una tormenta impredecible en cada pelea... y lo más importante, adoraba que fuese mío, que yo llevasé su apellido y él un anillo que lo aclamaba como mío. Pero apesar de ser esposos, nada podía pasar entre nosotros, ningun sentimiento tenía cabida en nuestro matrimonio. Aunque, aun así, él había cavado un agradable tunel dentro de mí y yo se lo había permitido, como un virus indetectable, que no se nota hasta que ya te está matando. Él era un virus para mí y me torturaba saber que estaba enamorada de él, no quería eso. ¡No me había casado con él para amarlo!
Sin separar mi mirada de la suya, me quité la poca ropa que traía y bailé sobre él como una mujerzuela experta. Me moví eroticamente, disfrutando los cambios de su expresión, admirar cómo se llenaba de placer y ver cómo su pecho subia y bajaba mientras gruñía por lo bajo, echando la cabeza atrás. Disfruté el contacto entre nuestros cuerpos más que nunca, gozando profundamente cada movimientos y grabandome cada jadeo suyo. Me entregué completamente y cuando el momento terminó, agotada me recosté en su pecho y escuché los ultimos latidos acelerados de su corazón.
Y cuando estos se volvieron regulares, disminuyendo su intensidad, levanté la cabeza y lo miré durmiendo. Antes de darme la oportunidad de acobardarme de nuevo, salí de la cama y en el mayor silencio me dirigí al baño. Tomé su navaja de afeitar y comprobé el filo antes de volver a la habitación. Lo observé un instante, una ultima vez. Era un hombre asombrosamente atractivo, alto y fornido debido a su profesión, y en los ultimos meses, había sido mi querido esposo.
Pero antes de eso, él fue el asesino de mi unica hermana.
Expirando entre labios, volví a la cama y en el mayor sigilo posible, subí a su cuerpo y volví a sentarme sobre su pelvis. Apreté la navaja en la mano y con sumo cuidado la acerqué a su cuello. Debido al alcohol y al cansancio, sueño era tan profundo que no reaccionó a mi peso. Mi corazón comenzó a latir con mayor rapidez y mi respiración ganó velocidad mientras apoyaba la afilada hoja en su piel, justo sobre las marcas que yo acababa de dejarle.
Me mordí el labio inferior y fruncí el ceño con angustia mientras lo miraba dormir con tanta tranquilidad, ya podía sentir mi pecho contraerse de dolor. Comencé a temblar y mis ojos se empezarón a humedecer mientras pensaba en la historia que contaría más tarde, cuando narrará lo que hice y porqué.
Mientras me dividía entre aprovechar su guardia baja para acabarle y aprovechar esa oportunidad en mi matrimonio para dejar a tras a Alek, durante los siguientes días las cosas entre Gerard y yo fluyeron por un tranquilo y pasional cauce. Asistíamos a fiestas juntos y nos divertíamos mucho, era una especie de neblina que invadía mi cabeza y me cegaba, pero me agradaba, me ayudaba no pensar en cómo iba a matar a mi marido y tampoco en imaginarme cómo estaba Alek; lo que era tortuoso. Durante esos días, me sentí como una verdadera esposa y solo eso. Incluso comencé a sentirme feliz y cómoda como la esposa de ese peleador. —Me alegra que hayas encontrado tan excelente esposo —me dijo una noche un inesperado visitante en la fiesta de un amigo de Gerard. Al verlo ofrecerme la mano, sonreí sin creerlo. Resultaba ser el mejor amigo de mi padre, Xavier, un hombre de avanzada edad, banquero. —Señor... ¡hace tanto que no lo veía! —le dije, emocionada de ver a alguien tan cercano, tan familia
Haberle confesado a Alek mi infidelidad, me rompió el corazón y me dejo hueca. En el césped húmedo del jardín, sollocé amargamente por nuestra ruptura y por todos los planes que terminaban allí. Tenía un dolor que me aturdía totalmente, tanto que ni siquiera noté cuando Gerard y su equipo volvieron de la cacería con una buena presa. Mi marido fue a verme, pero no sacó nada de mí, solo indiferencia y desprecio, así que termino yéndose para dejarme en paz. Desde el sofá en la sala, los observé preparar una fiesta en la noche, cocinar y beber con camaradería, bailando con Grettell, la unica chica allí, conversando y riendo entre ellos. Miré en silencio como Grettel, ebria, bailaba con Gerard y le lanzaba miradas sugerentes al son de la música, restregándose contra él, hasta que lo vi apartarse de ella y mostrar una expresión molesta. Sonreí un poco. Las cosas serían difíciles para ella sí pensaba gustarle. Al día que siguió, todos subimos a los coches y nos pusimos en marcha para vol
¿Qué pensaría Alek de mí sí me viera ahora? Esa fue la única pregunta que rondó mi cabeza durante toda la mañana, mientras permanecía boca arriba sobre la cama, semicubierta por las sábanas, con ojos vidriosos y un molesto dolor en la entrepierna. Con cada día que transcurría, yo traicionaba más al chico que amaba, le fallaba y me volvía tan poca cosa para él. Sí volvía a Alemania, ¿qué le diría? ¿Vería a través de mí todas las veces que le había engañado con otro? El solo pensar en verlo me asustaba. Cuando volviera, ¿llevaría a un bebé en mis brazos? Al mediodía, al fin me sentí capaz de levantarme y darme una larga ducha. Mientras me ponía un vestido ligero, pude ver las marcas que Gerard siempre dejaba en mi piel, y no solo eso, tenía un dolor recurrente en el vientre bajo, producto de esa noche brutal. Cuando me dirigí a la cocina por algo de beber, apenas podía caminar y mantenía una mano sobre mi abdomen bajo. —Gerard es como una bestia en la cama, ¿verdad? No la había
Apunté mi rifle a la cabeza de mi marido y apoyé el pulgar en el gatillo. Sostuve el aliento, viéndolo reír y fruncir el ceño en señal de concentración, mientras él y Marcos apuntaban sus armas a la bandada de aves en el cielo, volando por encima de las copas de los pinos. Estábamos lejos de la fiesta, su equipo bebía y comía sin percatarse que nos habíamos ido, y Marcos estaba tan ebrio que no sabría ni qué ocurrió. Solo debía concentrarme y acabarlo allí mismo. Entrecerré un ojo, mirando por donde entraría la bala, mientras apretaba los dientes y se me venía a la cabeza todo lo que había hecho, el cómo había matado a su esposa, a mi hermana y cómo vivía sin el menor remordimiento. Estaba lista para dispararle y acabar con su egoísta existencia, sin embargo, terminé por bajar el arma y exhalar hasta calmarme. Esta vez se presentaba la oportunidad perfecta, no había nadie cerca, yo tenía un arma y él estaba distraído. El único inconveniente era que yo no sabía disparar y segurament
Después de ese enfrentamiento, donde descubrió que me comunicaba con un hombre a sus espaldas, Gerard se volvió irritable y desagradable conmigo. Dejó de llevarme a patinar y también cambió de acompañante en esas fiestas a las que tantas veces me arrastró, llevando a una entusiasta Grettel en mi lugar, pensando que mi “amante” se encontraba en esas fiestas, donde seguramente nos habíamos conocido. En su furia, Gerard había visto el número de Alek antes de romper mi celular, sin prestar atención y ver que pertenecía a otro país. Ahora pensaba que mi amante vivía allí, cerca de mí. Y por ello no me quitaba el ojo de encima. Aun así, cuando se acercó el fin de semana y llegó el día en que saldría de la ciudad para asistir a una pelea, no tuvo más opción que irse y dejarme sola. —Espero que no comentas una imprudencia —me advirtió ya con su maleta en mano—. Mantén a tu amante lejos, sí te es posible. Dejaré a Samuel contigo, y él me informará sí te reúnes con ese hombre. Torcí el gesto
A partir de ese momento en la pista de hielo, nuestra relación comenzó a mejorar de una forma que nunca creí posible. Nos comenzamos a llevar mejor y las salidas con él, que antes consideraba un castigo, ahora eran algo que esperaba y disfrutaba mucho. Conocí mejor a su equipo, especialmente a Marco, su mánager y también a su círculo de amistades; quienes eran mayormente peleadores, entrenadores y empleados de sus gimnasios. Incluido Samuel, un chico joven y muy agradable que Gerard patrocinaba y entrenaba personalmente para volverlo un hábil peleador. Todas las noches, mi marido y yo cenábamos fuera con conocidos de mi padre para entablar relaciones con ellos, y durante el día, cuando él no estaba, yo trataba de entablar una amistad con su hermana. Pero ella era recelosa, y pronto descubrí que tan intuitiva como su hermano. —¿A quién llamas cuando mi hermano se va a entrenar? —inquirió un día, tecleando en su celular. No me miraba, y eso fue un alivio. Porque la impresión estaba e
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