La noticia había caído como una tormenta inesperada en medio de la calma. Sergey, Miko e Iván habían seguido los hilos que dejaron los espías, habían rastreado conversaciones clandestinas y habían desencriptado mensajes que alguien creyó imposibles de descifrar. El resultado estaba frente a todos: el paradero de Lorenzo había sido descubierto, y con ello también surgía la posibilidad de encontrar a Dimitri, la pieza oscura que tanto había movido los hilos en la sombra.
En la fortaleza, Serena caminaba de un lado a otro del gran salón, incapaz de ocultar la ansiedad que le consumía. Dante la observaba en silencio, reconociendo en ella la misma mezcla de nerviosismo y determinación que él mismo sentía. Mikhail, más sereno, sostenía en sus manos el informe completo que Sergey le había entregado horas antes.
—No podemos darnos el lujo de cometer errores —dijo Mikhail, su voz grave resonando en el silencio—. No contra él. No contra alguien como Lorenzo.
Dante se inclinó hacia adelante, apo