Margaret estaba en el jardín, disfrutando del aroma de las flores mientras sostenía una copa de vino en su mano. El sonido de su teléfono la sacó de su tranquilidad. Suspiró con fastidio antes de contestar.
—¿Qué sucede? Espero que me tengas buenas noticias.
La voz ronca del otro lado de la línea sonó tensa.
—La buena noticia es que encontramos a la chica —informó el hombre.
Margaret entrecerró los ojos, esperando el resto de la información.
—¿Y la mala? —preguntó, con impaciencia.
—Fallamos. Ella sigue viva.
Margaret apretó los dientes y cerró los ojos con frustración.
—¿Cómo demonios pudieron fallar?
—No fue nuestra culpa —se defendió el hombre—. Un sujeto apareció de la nada y la protegió. Mis hombres están escondidos, pero los están buscando.
Margaret respiró hondo y masajeó su sien.
—Escúchame bien —dijo con voz firme—. Si alguno de tus hombres es capturado, dile que diga que Alejandro Ferrer fue quien la mandó a matar.
Hubo un silencio tenso en la línea.
—¿Está segura de eso, se